PAGA O REGALO

“…erais esclavos del pecado,…mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:20-23).
Lectura: Romanos 6:20-23.
Los esclavos del pecado reciben un sueldo y los esclavos de Dios reciben otro. El sueldo del pecado es la muerte y el sueldo de servir a Dios es vida eterna. ¿Es así? En absoluto. ¡Sería un bonito paralelismo digno del apóstol Pablo, pero no es verdad! ¡Sería salvación por obras, todo lo contrario a lo que el apóstol Pablo ha estado diciendo en estos últimos tres capítulos de Romanos! Si nuestra paga por servir a Dios fuese la vida eterna, estaríamos ganando nuestra salvación, pero Pablo no dice que la paga de servir a Dios es vida eterna, sino más bien que “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo”.
Bueno, si la vida eterna es el don gratuito de Dios, ¿para qué servirle? Porque le amamos tanto que le servimos sin ánimo a ganar nada. ¡El amor es nuestra única motivación! No le servimos para que podamos ir al cielo, o motivado por un sentido del deber, o porque satisface nuestro deseo de hacer algo útil, o porque somos la clase de persona que nos gusta servir, sino que lo hacemos motivados por un profundo amor para Dios en nuestros corazones que viene de conocerle y comprenderle, de la gratitud que sentimos por lo que Cristo ha hecho por nosotros, y por el amor que sentimos para los demás. Hemos sido librados del pecado, y nuestra elección libre es vivir para Dios en obediencia a Él, porque servirle es puro gozo.
Pensamientos adicionales del comentarista John Stott:
El pecado exige paga (recibes lo que mereces), pero Dios te ofrece una dádiva gratuita (recibes lo que no mereces). La vida eterna es un regalo de Dios, enteramente gratuito y totalmente inmerecida. La única condición para recibirla es estar en Cristo, unido a él por la fe. Por nacimiento, estamos en Adán, esclavos del pecado; por la gracia y por la fe, estamos en Cristo, esclavos de Dios. La esclavitud al pecado conduce a una vida inútil, a la derrota moral, la vergüenza, y finalmente a la condenación merecida, mientras que la esclavitud al Señor va obrando nuestra santificación. Produce satisfacción y santidad de carácter, y, al final, entramos en la vida eterna por la gracia de Dios. ¡Lo que Dios nos tiene esperando es tan maravilloso que ni mil vidas de servicio lo podrían ganar! Por eso, forzosamente, la vida eterna tiene que ser un regalo de la gracia de Dios.
Concluimos, pues, que no vamos a pecar para que la gracia abunde, porque hemos muerto al pecado y ahora no nos apetece. Ahora somos siervos de Dios porque esto es lo que apetece a nuestra nueva naturaleza. Esta es la respuesta a la pregunta con que comenzó el capítulo 6.