“… y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:18).
Al enseñar la justificación por la fe y no por cumplir las obras de la ley, los oponentes de Pablo le acusan de enseñar “antinomianismo”, es decir, hacer caso omiso de la ley, creer que podemos vivir de cualquier manera. El capítulo 6 de Romanos es su respuesta a esta acusación. Pablo dice que, lejos de pecar todo lo que nos da la gana porque estamos bajo la gracia y no bajo la ley, estar bajo la gracia significa haber muerto al pecado. ¡Es absurdo vivir en el pecado cuando hemos muerto al pecado! Estar bajo la gracia forma parte de una nueva manera de vivir en la cual estamos totalmente identificados con Cristo. Hemos muerto con él y resucitado para vivir una nueva vida ya no esclavizados por el pecado: “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (v. 6). El cristiano tiene que considerarse muerto al pecado: “Consideraos muertos al pecado” (v. 11). Su actitud es: “He muerto al pecado. No respondo a sus impulsos”.
Se considera muerto al pecado, y se disciplina para no pecar: “No permitan que el pecado controle la manera en que viven, no caigan ante los deseos pecaminosos. No dejen que ninguna parte de su cuerpo se convierta en un instrumento del mal para servir al pecado. En cambio, entréguense completamente a Dios, porque antes estaban muertos pero ahora tienen una vida nueva. Así que usen todo su cuerpo por un instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios” (v. 12, 13, NTV). El versículo 14 es la conclusión de la primera mitad de Romanos 6: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”.
La segunda mitad es paralela. Pablo dice lo mismo otra vez: “¿Qué pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?” (v. 15), que es paralelo al versículo 1: “¿Qué pues, diremos? ¿Perseveremos en el pecado para que la gracia abunde?”. En ambos casos Pablo contesta la pregunta: “De ninguna manera” (vs. 2, 15). En la segunda mitad del capítulo, Pablo dice que la libertad del pecado es incompatible con el cristianismo, porque ahora no somos esclavos del pecado, sino, todo lo contrario, esclavos de Dios (v. 16-23): “Libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (v.18). Antes, cedíamos nuestros cuerpos al servicio del pecado; ahora, los cedemos a la justicia. Cuando te cedes a alguna cosa, llegas a ser el esclavo de esta cosa (v. 16), si es el pecado, o si es la justicia. Solo hay dos estados: o bien eres esclavo del pecado, o bien eres esclavo de la justicia. No hay un estado neutral en que estás bajo tu propia jurisdicción, ni bajo la de Dios, ni la del diablo, ¡porque esta es la esencia del pecado, ser esclavo de ti mismo! “Sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia” (v. 16). Sus elecciones te hacen o bien un esclavo del uno, o bien del otro. La conversión es escoger obedecer a Dios.
Ahora que hemos escogido ser esclavos de Dios, tenemos dos beneficios: la santificación y la vida eterna: “Ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (v. 22). ¡Suspiro feliz!