“Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades” (Ap. 18:4, 5).
Continuamos con “las 95 tesis” necesarias para que haya una segunda reforma en la iglesia de hoy.
Al varón, Dios le prohíbe el sexo con la madre, hermana, hija, hermanastra, nieta, tía, cuñada, nuera, con la esposa de otro hombre, con otro hombre, o con un animal (Lev. 18:6-23). Igualmente prohibido es quemar vivo a tu hijo en sacrificio a un ídolo (18:21). La homosexualidad es abominación a los ojos de Dios (18:22). Está condenado (Romanos 1:24-27; Judas 1:7; 2 Pedro 2:6-8).
Dios creó dos sexos únicamente (Gen. 1:27), cada uno con su identidad sexual y su rol (Tito 2:1-8). Por lo tanto, uno es o bien hombre, o bien mujer, sin la posibilidad de cambiar su identidad sexual. Se casa con uno del sexo opuesto (Gen. 2:24), porque esta pareja tiene que procrear (Gen. 1:28).
Lo normal para el matrimonio es tener hijos; lo anormal es, pudiéndolos tener, no hacerlo (Salmo 127:3; I Samuel 1:5-17; Lu. 1.7, 13, 25). Abortar es asesinar a tu hijo antes de que nazca (Ex. 20:13).
Los padres tienen que disciplinar a sus hijos (Prov.1:8; 2:1; 3:1; 4:1, 20; 5:1, 2; etc. (Ef. 6:1-4). Por lo tanto, los últimos responsables de la disciplina y enseñanza de los hijos son los padres, no el estado, o el colegio, o un educador profesional. Los hijos han de obedecer a sus padres.
La Palabra de Dios es eterna, infalible y inspirada por el Espíritu de Dios (2 Pedro 1:21, 22) y apta para todos los tiempos, culturas, y pueblos. Es la única norma de fe y práctica, por encima de la tradición de la iglesia y decretos de hombres.
Dios usó el apóstol Pablo para plasmar el evangelio. Todo lo que él ha escrito es la eterna Palabra de Dios (Ap. 14:6), ya sea políticamente correcto o no (Rom. 1:1; Rom. 2:16; Gal. 1:11, 12; 2 Cor. 11:4; Gal. 1:6-8).
La unidad de los creyentes es espiritual; no se consigue por pertenecer a ninguna denominación, iglesia, organización ecuménica, o profesión cristiana: ni la católica, ni la ortodoxa, ni la de Etiopía, ni la copta, ni la de armenia, ni la protestante. Solo hay unión entre los creyentes que han nacido nuevo por obra del Espíritu Santo y tienen el Espíritu Santo morando en ellos.
La iglesia tiene la responsabilidad de predicar el evangelio a todos los pueblos y religiones (Hechos 1:8) puesto que ninguna religión salva y Dios no desea que nadie perezca, sino que se arrepientan y sean salvos (2 Pedro 3:9).
Lo que está bien y lo que está mal es determinado por Dios únicamente y revelado en las Escrituras. Por lo tanto, ninguna sociedad tiene el derecho de determinar cuál es la ética correcta, y menos, de imponer sus criterios.
El creyente ama a todos (Lev. 19:18), respeta el derecho de cada persona a tomar sus propias decisiones, y no practica ninguna clase de discriminación en base a religión, ética, sexualidad, educación, raza, o nivel social. Le gustaría recibir lo mismo de personas que no piensen como él.