3 JUAN (1)

“El anciano a Gayo, el amado, a quien amo en la verdad. Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 1, 2).

Introducción:

En esta breve epístola, el apóstol Juan, conocido en las iglesias como “el anciano”, escribe a su amigo Gayo acerca de cómo tratar a los evangelistas ambulantes que pasaban por las iglesias. Las diferencias de opinión sobre el tema se estaban dividiendo las iglesias. Algunos opinaban que se tenían que darles la bienvenida a todos y dejarles predicar, y otros no los recibían.

En el siglo I había mucha actividad evangelística. Algunos de estos evangelistas fueron auténticos ministros de Dios, mientras otros predicaban un evangelio falso, negando la doctrina de la encarnación. Eran unos vividores motivados por el deseo de disfrutar de una pensión completa mientras viajaban por el mundo gratis. Se editó un manual eclesiástico llamado “La Didaqué”, para las iglesias rurales de Siria que tenía instrucción sobre este tema. Decía que los maestros pueden quedarse un día o dos, no más. El que se queda tres días es un falso profeta. Puede pedir comida para el viaje. Si pide dinero, es un falso profeta. Si pide dinero aparentemente hablando bajo la inspiración del Espíritu Santo, que no se lo dé. Los verdaderos tienen derecho a la hospitalidad. El viajero cristiano no debe quedar gratis más de dos días. Si quiere establecerse, ¡debe trabajar!

Para distinguir entre verdaderos y falsos viajeros cristianos hay que examinar a cada uno en cuanto a su doctrina, su motivación, su actitud hacia el dinero y el alojamiento, y su conducta moral. ¡Todos ellos se creían misioneros! Según el apóstol Juan, algunos eran impostores. Todo esto tiene muchas implicaciones para nosotros hoy día. Si cada iglesia de las nuestras enviaba evangelistas a los pueblos alrededor donde no hay obra usando estos métodos, ¡en poco tiempo tendríamos evangelizado el país! No hacen falta viajes largos, ni levantar fondos, ni tanta infraestructura. ¡Vas, predicas y vuelves!

Gayo:

El nombre Gayo era muy común en el imperio romano. Hay muchos Gayos en los escritos de Pablo: el Gayo de 1 Cor. 1:14 y de Romanos 16:23. Pablo le bautizo; se quedó en su caso; fue el primer obispo de Tesalónica. El Gayo de Macedonia fue compañero de Pablo (Hechos 19:29). Luego está el Gayo de Derbe que acompaño a Pablo en su último viaje misionero desde Grecia hasta Troas. Fue el delegado de su iglesia para llevar la ofrenda a los pobres de Jerusalén (Hechos 20:4). Juan le designó como primer obispo de Pérgamo. No se sabe quién era el Gayo de esta epístola. Lo seguro es que era dirigente de una iglesia. Juan le tiene en alta estima. Desea que prospere su salud como prospera su alma. Pues, las dos clases de salud son importantes. ¡No somos tan espirituales que prescindimos del cuerpo! Gayo era un cristiano de buen testimonio. Andaba en la verdad y el amor, es decir, vivía una vida cristiana consecuente. Era como un hijo para el apóstol Juan. Decía de él: “No tengo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad” (v. 4). Este es el mayor deseo de todos los padres cristianos. Lo que más deseamos es que nuestros hijos vivan para el Señor, ¡y qué contentos estamos cuando lo hacen!