“Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos, los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y hará bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje” (3 Juan 5, 6).
Lectura: 3 Juan 5-11.
Gayo servía a los viajeros misioneros. Les daba alojamiento y comida durante su estancia y comida para el viaje. Juan le anima a continuar haciéndolo, a pesar de la oposición que tenía de unos “hermanos”. Estos misioneros no tenían otro medio de vida. No aceptaban fondos de ninguna entidad del mundo. Al colaborar con tales personas participamos en la evangelización los de nosotros que no podemos ir en persona: “Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad” (v. 8). El cristiano debe sostener a sus hermanos que están en el servicio de Dios y no pedir al mundo que lo haga.
El mensaje acerca de Diótrefes:
Lo que dice el apóstol Juan acerca de este hombre es muy fuerte: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia” (v. 9, 10). ¡Menuda pieza, esta persona! No se sabe si era de la misma iglesia que Gayo o de otra. Lo que vemos de él en estas pocas palabras es muchísimo. Era un hombre orgulloso con el afán de mandar. No se sometía a la autoridad apostólica, ¡se oponía a ella! Él mismo se colocaba por encima del apóstol Juan, haciendo todo lo contrario a lo que enseñaba, y para fastidiarle, excomulgaba de la iglesia a los que lo apoyaban.
Diótrefes no amaba a nadie salvo a sí mismo y el primer lugar. No amaba a los misioneros, no amaba al apóstol Juan y no amaba a los de su propia iglesia que no hacían lo que él mandaba. Su pecado era la ambición personal. Se ve la rivilidad entre la autoridad de Juan, Gayo y Diótrefes. Juan daba órdenes y esperaba ser obedecido, no por sí mismo, sino porque él estaba bajo la autoridad del Señor Jesucristo. ¡Diótrefes quería controlar a Gayo! Gayo estaba gozosamente bajo la autoridad de Juan. Los dos, Gayo y Juan, estaban unidos con fuertes lazos de amor cristiano. Cinco veces Juan se dirige a Gayo con cariño profundo en el amor de Cristo que les unía.
Hasta la fecha todavía se ve esto de sacar a gente de la iglesia por cosas menores. Se da en pastores que ven cualquier desobediencia a sus mandatos como un desafío a su autoridad. No dejan en libertad sus congregaciones. ¡Este Diótrefes aun quería controlar a quienes sus miembros recibían en casa! Hay pastores que han sacado de sus congregaciones a miembros que compartían una opinión diferente a ellos en cosas personales.
¿Qué hacer con una persona como él? ¡Juan no le expulsa! No manda a Gayo que lo haga. Esto le habría puesto a Gayo en un lugar insostenible siendo de carácter más dócil que el otro. Juan mismo se encargará de él cuando vaya, pero deja bien claro una cosa: “El que hace lo malo, no ha visto a Dios” (v. 11). Ya está todo dicho.