“Decimos, pues ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon” (Mal. 3:15).
¡Qué susto! ¡Esto es un ejemplo clásico de sacar un versículo de su contexto! Esto es lo que dice los que no temen a Dios. Nosotros que le conocemos afirmamos todo lo contrario. Vamos a tomar todos los ejemplos negativos de esta gente y afirmar y hacer todo lo contrario. Hay seis quejas de Dios contra ellos. En contraste a lo que ellos hacen y piensan, nosotros que sí tememos a Dios:
Bendecimos al Señor porque en su gran misericordia y compasión nos ha elegido para ser sus hijos (1:2).
Ofrecimos al Señor todo lo que somos y tenemos, poniéndolo todo a su disposición (1:8).
Procuramos ser leales a su pueblo (2:10), y fieles en nuestros matrimonios (2:14), y criar a nuestros hijos para Él (2:15).
Alabamos a Dios por su justicia, porque el que hace mal cobrará. Dios hará justicia con cada agravio de este mundo (2:17).
Empleamos nuestro dinero para el adelanto del Reino de Dios (3:8).
Proclamamos que vale la pena servir a Dios, guardar sus mandamientos, y obedecer su Palabra, que es hermoso vivir en humildad delante de Él, conscientes de la identidad que tenemos en Cristo, agradados y felices por la posición que tenemos delante de Dios al estar en Cristo.
Y esto afirmamos a nuestros hermanos que también temen al Señor. Nos animamos los unos a los otros con estas palabras (3:16). Entonces Dios nos escuchará y nos oirá y escribirá nuestros nombres en un libro de memoria delante de Él, y seremos su especial tesoro en el día en que actúe. Nos perdonará como hijos que le servimos. En aquel día, Dios revelará quiénes son los justos y quiénes no lo son, es decir, quiénes realmente le sirven y quiénes no la pertenecen (3:16:18), porque servir a Dios es ser de Él (Josué 24:14, 15).
En el día de juicio, cuando vuelva Cristo, todo se verá con claridad. Los que hacen iniquidad arderán en el infierno como estopa, mas los que temen su Nombre tendrán eterna salvación en Cristo el Amado. Él se levantará como el Sol de Justicia, en único Justo y el que justifica a los suyos. Bajo sus alas de justicia tendremos refugio de la ira de Dios en aquel día, día que será de plena salvación para nosotros, y brincaremos y saltaremos con alegría en los pastos verdes de Dios como ovejas de su manada, eternamente felices en su Reino de Justicia. Allí diremos con pleno conocimiento de causa que ha valido la pena servir a Dios. ¡Ya lo creo que ha valido la pena!