“Porque he aquí, vine el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos lo que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Mal. 4:1).
Los arrogantes que criticaban a Dios por no hacer nada en cuanto a la maldad, tendrán el disgusto de ver cómo castiga a los malos. ¿Se encontrarán incluidos? El profeta se explaya hablando del día de juicio. ¿Qué consuelo será para los malvados haber prosperado durante unos pocos años en esta vida cuando la ira de Dios caiga sobre ellos? “Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste?” (3:2). Será horrendo para los que no conocen al Señor.
Pero antes del gran día de juicio vendrá el día de salvación: “Nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación” (4:2). Vendrá el Señor Jesús precedido por Juan el Bautista, su heraldo: “He aquí, yo envío me mensajero, el cual preparará el camino delante de mí” (3:1). El libro de Malaquías termina con la primera venida de Cristo, su segunda venida, el día de juicio, la vida eterna y la perdición eterna, todo mezclado, como es la costumbre de los profetas. En el Antiguo Testamento las dos venidas del Mesías son “su venida”; la primera y la segunda venida están profetizadas como un solo evento. Aquí en Mal 3:1-2 tenemos un ejemplo. “Vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis” (3:1). Esto significa que el Mesías tenía que venir antes de la destrucción del templo que fue en el año 70 d. C., ¡dato que ayuda a los judíos de hoy a comprender que su Mesías ya ha venido! La primera vez apareció en el Templo de Jerusalén y la segunda vendrá a por su Iglesia, que es su templo. Será un día glorioso para los que temen a Dios, y día de juicio para los demás.
Volviendo al tema de Elías, este profeta vino literalmente al Monte de la Transfiguración juntamente con Moisés. Es interesante que precisamente Moisés y Elías están mencionados aquí en el contexto de la venida del Mesías (4:4 y 4:5), Moisés representando la ley y Elías los profetas. Los dos dan testimonio de Él, tanto en sus escritos como en su reaparición con Cristo en el Santo Monte. Estaban en comunión con Él, pues Él es el cumplimiento de ambos.
Los judíos estaban esperando la vendida de Elías. Por eso entraron en pánico cuando creían que Jesús le llamaba desde la cruz (Mat. 27:47, 49), porque si hubiese venido, habría sido una señal clarísima de que Jesús era el Mesías, y que ellos estaban crucificándole. Pero ya había venido, y no le habían reconocido, ni a él, ni a su Mesías.
En cuanto a Juan el Bautista, Jesús dejó claro a sus discípulos que “es Elías que habría de venir” (Mat 11:14). Mal 3:1: “He aquí, yo envío me mensajero, el cual preparará el camino delante de mí”, sale en Marcos 1:3 y Mateo 11:10. “Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ello. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías” (Lucas 1:16, 17). Vino predicando arrepentimiento, como todos los profetas. Es precisamente esta figura que cierra el Antiguo Pacto y abre el Nuevo. Juan el Bautista es el último de los profetas, es el enlace entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, y el que introduce a aquel que cumplió las profecías de todos los profetas, al Señor, Jesús, el Mesías de Israel.