“Todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Fil. 2:21).
¿Para qué sirven los demás? Claro, los otros seres en este mundo existen para escuchar a lo que yo tengo que decir, para hacerme compañía a mí, y para que yo lo pase bien. Sirven para estar de acuerdo conmigo, para darme la razón, para afirmarme en mis propias opiniones. Están para acatar lo que yo pienso que deben hacer.
Sirven para admirarme a mí, para aprobarme a mí, felicitarme, concederme importancia, valorarme, darme autoestima, y consentirme.
Los demás sirven para divertirse conmigo, para reírse conmigo, para hacer bromas y reírse con las mías, para salir, para acompañarme a los lugares donde yo quiero ir para que yo no esté sola, para hacer más interesante mi vida, para enriquecerme, y hacer lo que yo quiero.
Existen para mi beneficio y para hacer que mi vida sea más placentera. Ellos me dan a mí lo que yo necesito, me compran regalos, gastan su dinero en mí, y cuando no me hacen falta, se quitan de en medio para no estorbarme.
Decimos lo anterior con ironía, evidentemente, pero tristemente muchas personas piensan de esta manera, ¡y aun podemos encontrar algunas de estas actitudes en nosotros mismos como cristianos! Jesús, en vivo contraste con esta mentalidad egocéntrica, vino para servir y para dar. Creyentes que siguen su ejemplo lo tenemos en Timoteo y Epafrodito. Pablo escribe de ellos:
Timoteo:
“Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también este de buen ánimo al saber de vuestro estado, pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, y no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis lo méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio, así que a éste espero enviaros, luego que yo vea como van mis asuntos; y confío en el Señor que yo también iré pronto a vosotros” (Fil 2:19-24).
Epafrodito:
“Mas tuvo por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de milicia, vuestra mensajero, y ministrador de mis necesidades; porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado. Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza. Así que le envío con mayor solicitud… y tened en estima a los que son como él; porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí” (Fil. 2: 25-30).
Podrías tomar un momento y hacer un lista de las cosas en cado uno de ellos que te gustaría que otros podrían decir de ti. El apóstol Pablo tuvo unos amigos excelentes, muy parecidos a él en su deseo de hacer todo lo que estaba a su alcance para beneficiar a otros. Aquí hay mucho que meditar.