EL FIN DEL AYUNO

“¿Lloraremos en el mes quinto? ¿Haremos abstinencia como hemos hecho ya algunos años?” (Zac. 7:3).
Cuando la delegación de Betel preguntó a los líderes de Jerusalén en cuanto al ayuno, recibieron una amplia respuesta: (1) ¿Cuál ha sido vuestra motivación al llorar y ayunar? (2) ¿El ayuno os ha cambiado? ¿O todavía practiquéis los mismos pecados que condujeron a la deportación a Babilonia? ¿Estáis viviendo vidas justas en relación al prójimo? Esto nos hace reflexionar.
(3) La tercera y la cuarta partes de la respuesta son muy alentadoras: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Celé a Sion con gran celo, y con gran ira la celé. Así dice Jehová: Yo he restaurado a Sión, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte de Jehová de la ejércitos, Monte de Santidad” (8: 2, 3). Dios la ama con amor celoso. No la quiere compartir con el espíritu del mundo, ni con el pecado. No quiere que sea una ciudad injusta, sino un hermoso lugar donde reine la santidad y la verdad. La quiere para sí mismo, como un reflejo de su mismo carácter, veraz y santo. Dios va a morar en medio de una ciudad que rebosa de relaciones justas y sanas entre sus ciudadanos. Allí estaremos nosotros. Son las mismas promesas de los demás profetas, y nos llenan de ilusión. Lo que promete el Señor para Jerusalén tendrá su total cumplimiento cuando vuelva el Señor Jesucristo.
Las promesas que siguen nos sobrecogen, ¡pero no al Señor! ¡Él hace lo imposible y le parece poca cosa!: “El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: ahora todo esto puede parecerles imposible, a ustedes que son el pequeño remanente del pueblo de Dios. ¿Pero será imposible para mí?, dice el Señor de les Ejércitos Celestiales” (8:6, NTV). Él entiende cómo pensamos. Sabe cuánto nos cuesta creer que vamos a vivir en una ciudad perfecta, donde Él está presente, en medio de su pueblo, y donde todo es justicia, paz y buenas relaciones, donde la Verdad está presente en todas las relaciones y aspectos del gobierno y la gente vive en Santidad. Esto es lo que nos espera, no el estar flotando en el aire, sino la Ciudad de Verdad y Santidad.
Siguen más promesas: “He aquí, yo salvo a mi pueblo de la tierra del oriente, y de la tierra donde se pone el sol: y los traerá, habitarán en medio de Jerusalén; y me serán por pueblo, yo seré a ellos por Dios en verdad y en justicia” (8:7, 8). Dios reunirá a su pueblo. ¡Seremos como Él! “Porque habrá simiente de paz: la vid dará su fruto, y dará su producto la tierra, y los cielos darán su rocío” (8:12). La tierra será redimida; será hermosamente productiva. Y nosotros, dice: “Seréis bendición” (8:13).
El ayuno terminará cuando venga lo perfecto. Estas cosas quedan para el futuro, pero de momento: “Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas” (8:16). Esperamos vivir en la Ciudad de Verdad en Santidad. Mientas tanto, hemos de prepararnos hablando la verdad y viviendo en santidad en relación con los demás. Vivamos ahora en consonancia con lo que esperamos ser un Día.