ORACIÓN Y AYUNO

“Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza” (Daniel 9:3).
Daniel era un hombre de oración y ayuno. El ayuno es una manera de buscar a Dios. Es la voluntaria humillación del cuerpo. Cuanto más nos humillamos delante de Dios, más fácil es tener acceso a su presencia. Pedro dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios” (1 Pedro 5:6). Ayunar es una manera de hacerlo: “Estando ellos enfermos, me vestía de cilicio, y afligía me alma con ayuno, hasta que mi súplica a favor de ellos me era concedida” (Salmo 35:13, BTX).
La comida tiene mucho que ver con la santidad. Lo vemos repetidas veces en la vida de Daniel: “Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos” (Daniel 1:8, 9). El libro de Daniel empieza con la comida. Vemos que Dios le ayudó a Daniel a conseguir permiso a comer de forma que agradaba a Dios y le bendijo físicamente por comer de esta manera. “En aquellos día yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas… Al cabo de los diez días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey” (8:2, 3, 15). Es muy difícil orar con el estómago lleno y bebido. Por eso, orar cada mañana antes del desayuno siempre ha sido recomendado por todos los hombres de Dios. Controlar la comida está enseñado por Pablo quien también practicaba ayunos con frecuencia: “…en muchos ayunos” (2 Cor. 11:27).
El Señor Jesús enseñó que debemos ayunar: “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas… pero tú cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mat. 6:16-18). “Vendrán días cuando el esposo (Jesús) les será quitado, y entonces ayunarán” (Mat. 9:15). Fue una práctica de la iglesia primitiva: “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: apartadme a Bernabe y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron” (Hechos 13:2, 3). (Ver también Hechos 10:30; 14.23). Es una manera de arrepentirnos: “Ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón” (Joel 2:12, 13). Debe ser una práctica en el matrimonio: “No os privéis el uno al otro, excepto de común acuerdo y por algún tiempo, para dedicaros a la oración y ayuno, y luego volved a juntaros” (1 Cor. 7:5, KJV). Es una práctica en tiempos de gran aflicción. Ester mandó un ayuno a todos los judíos que estaban en Susa para conseguir la salvación del pueblo de Dios: “Ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré” (Ester 4: 16).
Hay ayunos parciales y ayunos completos, cortos y largos, pero siempre ha sido una práctica del pueblo de Dios, y consigue grandes resultados. Conseguimos que Dios se mueva.
Película recomendada: https://www.youtube.com/watch?v=IAbA_keGUJY