“Veo un candelabro de oro macizo, con su tazón encima, y sus siete lámparas sobre él, con siete canales para casa una de la lámparas que tiene encima, Y junto a él dos olivos, uno a la derecha del tazón, y otro a su izquierda” (Zac. 4:2, 3).
La visión que Dios da a Zacarías para Zorobabel (¡quien está realizando la obra profetizado por Ezequiel!) es de un candelero con siete puntos de luz en medio de dos olivos. El candelero representa a Dios, quien todo lo ve, el depósito de aceite representa el Espíritu Santo, y los dos olivos representan al Señor Jesús, (que ahora lo explicaremos). Es una visión trinitaria de la construcción del Templo. El aceite fluye desde el depósito a los dos olivos, y no al revés, como pensaríamos, porque el Espíritu de Dios es el que da poder a Zorobabel y Jesúa (los dos olivos) en su trabajo de reedificar la Casa de Dios. Ellos dos juntos representan al Señor Jesús en sus funciones de Rey y Sumo Sacerdote, el que realmente edifica la Casa de Dios (Zac. 6:13). El término “casa” tiene dos acepciones. Significa residencia y también significa pueblo. La casa de Israel, por ejemplo, es la familia de Israel, los descendentes de Jacob. Jesús dijo que Él edificaría su Iglesia, la Casa de Dios, el templo, (Cor. 6.19), la residencia de Dios en medio de su pueblo, y lo hizo en el poder del Espíritu Santo (Lucas 4:14).
Zacarías continúa con este tema. Dios le dice: “Toma la plata y el oro y haz una gran corona, y la pondrás en la cabeza de Josué (Jesúa) ben Josadac, el sumo sacerdote” (Zac. 6:11). El sumo sacerdote nunca podía ser rey en Israel. ¿Cómo es que Dios le manda a hacer esto? Es una revelación de la obra del Señor Jesús como Rey y Sacerdote, según el orden del Melquisedec, que fue rey y sacerdote en tiempos de Abraham. Dios dice: “He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, brotará de sus raíces y edificará la Casa de Yahvé. Sí, edificará la casa de Yahvé, y tendrá la gloria, y se sentará y reinará sobre su trono, siendo Sacerdote sobre su trono; y habrá consejo de paz entre ambos (oficios)” (Zac. 6:12, 13). ¡Alucinante profecía del ministerio y reino del Señor Jesús! Él es quien realmente edifica la Casa de Dios, y la edifica con piedras vivas, que somos nosotros (ver 1 Pedro 2:4-10), ¡gentiles! Esto es lo que dice Zacarías: “Y los que están lejos (los gentiles) vendrán y edificarán la Casa de Yahvé” (v. 15). La Casa de Dios es el pueblo de Dios, la Iglesia, compuesto de estas piedras vivas de todas las naciones, pueblos y lenguas que han encontrado salvación en la Sangre de Jesús.
De esta Casa, Jesús es la piedra del ángulo y la última piedra, el que da solidez a la construcción entera. Él es el alfa y la omega, principio y fin, la primera piedra de la Casa de Dios y la última. “Él (Zorobabel) sacará la piedra principal con aclamaciones de: ¡Gracia, gracia a ella!” (Zac. 4:7). Cuando el Señor venga en gloria la Casa estará acabada. Él la empezó y Él la acabará; él mismo es la última piedra. Y cuando aquella Casa de piedras vivas esté completada, de gente de todos los confines del mundo, salvada por la obra de Cristo, hermoseada por la obra del Espíritu Santo, para morada eterna de Dios, subirá la emocionada aclamación: “Gracia, gracia a ella”, por ser una obra hermosa hecha por pura gracia. Este es el cumplimiento final de la visión del profeta Ezequiel (Ez. 40-43): la Casa de Dios, ¡viva!, llena de la gloria de Dios, para la alabanza del Padre, Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
(Basado en mis apuntes del mensaje de David Burt dado en El Prat de Llobregat, 22/5/16. Para más información, vea su comentario sobre el libo de Esdras publicado por Publicaciones Andamio ).