“Nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas, entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 Pedro 3:15, 16).
No hay ningún conflicto entre la enseñanza de Pablo y la de Pedro. Los falsos maestros que Pedro denuncia en su segunda epístola eran libertinos, personas sin ley, que, para defender su postura, enseñaban que Pedro era legalista, pero que Pablo era permisivo. Se agarraban a ciertos escritos de Pablo sacados de su contexto para justificar el libertinaje. Mantenían que Pablo enseñaba que las obras no son necesarias, porque la salvación es por fe; por lo tanto, uno puede hacer lo que le da a gana y todavía ser salvo. Citaban: “Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Rom. 5:20). Decían: “La gracia cubre nuestros pecados, por lo tanto, ¡pequemos para que la gracia abunde!”. ¡Viva el pecado! Eran libertinos, practicando la inmoralidad desenfrenado. Pablo escribió Romanos 5:20, pero también: “¿Permanezcamos en pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera!” (Romanos 6:1, 2). Somos salvos sin obras, para hacer obras (Ef. 2:8-10).
Pedro predicaba la necesidad de avanzar en la fe (2 Pedro 1:5). Si no avanzamos, estamos el peligro de no llegar a la meta. Tenemos que ir cambiando para irnos transformando a la imagen de Cristo. Pablo hablaba de estas mismas cosas. Sus epístolas solían tener dos partes: la primera parte, doctrina, y la segunda, la práctica, que es una vida consecuente con la doctrina ya enseñada. Pablo escribía linealmente, construyendo su argumento. No podemos quedarnos con una frase sin tomar en cuenta todo el argumento.
Pedro llamaba a estos falsos maestros indoctos, inconstantes e inestables en cuanto a su compromiso con Cristo. Inicialmente sus argumentos suenan factibles, pero, ¡ojo!, hay énfasis que no son correctos. Ellos falsifican el evangelio. Pablo enseñó en contra de la salvación por obras. Enseñar que las obras son necesarias para alcanzar la salvación es torcer el evangelio; pero un evangelio que predica solo la justificación por la fe, sin hablar de una vida consecuente a continuación, también es torcer el evangelio, porque la santificación sigue a la justificación. Todo es parte del evangelio. Dios nos está perfeccionando. Si solo hablamos de conversión y la vida eterna, omitimos la parte intermedia y actual de la salvación que es una guerra espiritual en la que estamos siendo perfeccionados.
Notemos bien que Pedro dice que las epístolas de Pablo tienen cosas difíciles de entender que los falsos tuercen, como lo hacen con “las otras Escrituras”. La frase “las otras escrituras” sugiere que Pedro está poniendo los escritos de Pablo en el mismo nivel como las Escrituras del Antiguo Testamento. Reconoce la inspiración divina de sus epístolas. Los indoctos tuercen las Escrituras “para su propia perdición”. Se condenan y también conduce a la condenación a los que practican un evangelio falso, porque un evangelio falso no salva; solo salva el verdadero evangelio. Por eso es vital conocerlo.