(Mensaje dado por David Burt en Igualada, 13/3/16).
“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo” (2 Pedro 2:1).
El apóstol Pedro escribió dos epístolas, la primera motivada por su preocupación por los creyentes a causa de la persecución que estaban sufriendo por su nueva fe en Cristo: teme que no aguanten. En la segunda, el problema viene por dentro, por falsas enseñanzas, por una trivialización del evangelio, haciendo todo fácil. Unos señores estaban usando el factor gratuito del evangelio para justificar el libertinaje. Este falso evangelio estaba engañando a los creyentes. Pedro no dice: “Tranquilos, ya sois salvos. Habéis sido elegidos, santificados, rociados con la sangre de Cristo, habéis nacido de nuevo, y os espera una herencia incorruptible (1 Pedro 1:2-4), por lo tanto, vivid como os parece”. Estas son las dimensiones pasadas y futuras de la fe, pero hay un presente. Así que ahora Pedro les habla del presente. Tienen que edificar sobre esta base de fe que ya tienen (2 Pedro1:5). Si no, volverán atrás. Si no estamos avanzando, estamos retrocediendo. Esta es la preocupación que tenía Pedro, y la que tenemos muchos de nosotros por las iglesias de hoy. O bien crecemos, o bien nos paramos en el camino con el peligro de quedarnos postrados en el desierto, pues solo el que persevera hasta el fin será salvo. Claro, hay seguridad de salvación. A los que Dios predestina, llama, glorifica…; hay toda una cadena que Pablo menciona en Romanos 8:29, 30. Esta es la seguridad de nuestra salvación. ¿Estás tú en el camino? Si no perseveras hasta el final, no serás salvo. Perseverar es más que ir al culto; significa tener una relación viva con Cristo.
2 Pedro está escrita en forma de quiasmo: la primera idea es igual que la última; es una llamada a la perseverancia. Nos espera la entrada en el reino de Cristo. ¿Cómo vamos a entrar? ¿Por los pelos? ¿Como por fuego? Delante está la posibilidad de una gloriosa entrada o de una patética. La última idea de esta epístola es una llamada a la santidad a la luz del fin de este mundo: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir!” (2 Pedro 3:11). Somos necios si vivimos por lo material. La nueva creación es lo único que va a perdurar. Si atendemos a la carne y descuidamos de las cosas eternas, somos insensatos.
La segunda y la penúltima idea de su carta es que podemos tener seguridad en la segunda venida de Cristo. Pedro aduce dos motivos por los cuales él sabe que esta venida es una realidad: porque vio a Cristo en el monte de la transfiguración glorificado, en la forma que tendrá cuando vuelva, y porque tenemos las Escrituras del Antiguo Testamento que lo aseguran (1:16-21). Los burladores dentro de la iglesia eran cínicos en cuanto la segunda venida y se reían de los que la esperaban (3:3-4). Pedro les contesta con dos argumentos: el tiempo para Dios es diferente que para nosotros (3:8). Hay buena razón por la tardanza del Señor: quiere que más gente se salve (3:9, 15). Los burladores tenían ideas platónicos, que el mundo se compone de materia que ni se destruye, ni se crea, por lo tanto el mundo no será destruido. Pero esto es ignorar que Dios creó el mundo de la nada (3:5) y también es ignorar que ya fue destruido una vez (3:6). Esta vez será destruido por fuego (3:7). Todo lo que hay en este mundo va a ser quemado (3:10). Saberlo nos motiva a vivir santamente: “Nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (3:14). Que así sea.