“Pero vosotros, ¡oh montes de Israel! Brotad vuestros pimpollos y llevad vuestro fruto para mi pueblo Israel, porque cercanos están para volver” (Ez. 36:8).
En la meditación anterior estuvimos meditando en la profecía de Ezequiel contra Edom por las atrocidades cometidas contra Israel. Ahora vamos a ver como Dios vindica a su pueblo. Esto tiene mucho que enseñarnos acerca de cómo Dios se encarga de juzgar a los que nos hacen daño y nos difamen, y como Dios nos vindica y restaura.
Edom había dicho que, puesto que Israel había caído, era suyo para saquear y tomar posesión de él. Dijeron: “Estas dos naciones y estas dos tierra serán mías, las poseeremos” (35:10). Dios responde: “De esto, nada”. Por medio de su profeta Dios consuela a Israel: “Por cuanto vuestro enemigo (Edom) ha dicho: ¡Bien! ¡Las alturas eternas (territorio de Israel) también han venido a ser posesión nuestra! Por tanto, profetiza y di: Así dice Adonay Yahvé: Por cuanto os asolaron y os tragaron por todas partes para que fuerais heredad de otras naciones, y se os ha hecho caer en boca de deslenguados, y los pueblos os han difamado, por esto, oh montes de Israel, oíd palabra de Adonay Yahvé…” (36:2-4). El mensaje de Dios para Israel es este: “Así dice Adonay Yahvé a los montes y a los collados, a los arroyos y a los valles, a las ruinas y asolamientos, y a las ciudades abandonadas que fueron dejadas para el despojo y el escarnio de las otras naciones en derredor. En el fuego de mi celo ciertamente he hablado contra las demás naciones, y contra todo Edom, quien, con toda la alegría de su corazón y el desprecio de alma, se apropió de mi tierra para que sus expatriados fueron presa suya” (36:4, 5). La ira de Dios se levanta contra los que incrementan el sufrimiento de Israel, aprovechando el hecho que están postrados bajo la disciplina de Dios. Dios sigue siendo su defensor. No le gusta cuando uno aprovecha del sufrimiento de otro para enriquecerse. No le gusta cuando uno se burla de su pueblo o cuando un hijo suyo es menospreciado o difamado. Él se levanta en su defensa.
Dios dice: “He aquí, en mi celo y mi indignación he hablado, por cuanto habéis llevado el oprobio de las naciones” (36:6). Ahora Dios los va a vindicar. El Señor dice: “Yo he alzado mi mano, he jurado que las naciones que están a vuestro alrededor llevarán su afrenta, pero vosotros, ¡oh montes de Israel!, brotad… y llevad vuestro fruto para mi pueblo Israel, porque cercano están para volver (v. 7, 8). Dios hará que estas naciones serán ridiculizadas, pero Israel bendecida. La tierra será productiva otra vez, porque los refugiados de su pueblo pronto volverán a casa, reedificarán, y la tierra de Israel se llenará de gente. “Multiplicaré sobre vosotros hombres y bestias, los cuales aumentarán y serán fecundos, y os haré morar como solías antiguamente, y os haré mayor bien que en vuestros principios, y sabréis que Yo soy Yahvé” (v. 10, 11).
Dios quitará su mala fama: “Nunca más dejaré oír contra ti la injuria de las naciones, ni llevarás más el vituperio de los pueblos” (v. 15). Dios restaura su fortuna y su reputación. El Señor conoce el daño que les han hecho. Esto levanta su ira. Él hace justicia. Dios nos defiende, nos restaura: nos hace prosperar y cambia nuestra mala reputación en buena, para que conozcan tanto ellos como nosotros que Él es Dios.