DIOS ES UNO

“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová, uno es” (Deut 6:4).

“Santo Padre, Santo Hijo, Santo Espíritu, Tres nombramos, /mientras en esencia, solo Uno, /Dios sin dividir te proclamamos y adoramos; /doblando la rodilla reconocemos el misterio”. Así cantaron los creyentes alemanes en el Siglo XVIII.

            El propósito de Dios es unir todo lo creado en Cristo, porque la unidad es una parte intrínseca de su naturaleza y de lo que Dios hace: Él unifica: “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempo, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Ef. 1:9, 10). El propósito eterno de Dios es unir todo lo creado en Cristo, es decir, reunir todo, porque todo se junta o converge en Él. Él es/será el eje, la fuerza unificadora, el centro, y la razón de ser de todo cuanto existe. El mundo material ya no será dispersado, separado o independiente, sino coherente e interrelacionado.  

Cuando Dios unifica, hace que la Creación refleje lo que Él es. Dios es tres en uno, unido, sin dividir, compenetrado en sí mismo, unido en todo su Ser. Hay total identificación entre las tres Personas de la Trinidad. Las tres son igualmente Dios. No tenemos tres Dioses, sino uno. El Padre, el Hijo y el Espíritu son igualmente divinos. Son iguales en valor, tienen los mismos atributos, comparten la misma esencia, participan del mismo carácter y reflejan la misma gloria. Dios es unido y unifica. Unificará el universo en Cristo, eliminando todo lo que divide y separa: desorden, protagonismos, celos, rivalidades, injusticia, conflicto, desigualdad, guerra, subyugación y tiranía. No hay nada de eso en la Trinidad y tampoco habrá al final cuando todo esté unido en Cristo.

El plan de unificación de Dios tiene dos fases: ahora la Iglesia es el botón de muestra del poder unificador de Dios; después completará el proceso de unificación uniendo todo el universo en Cristo cuando Él vuelva. La razón de ser de la Iglesia es reflejar la unidad, lo cual es la resolución divina al problema del hombre, el pecado, o, en otras palabras, la desunión. La Iglesia muestra al mundo la unidad entre las gentes de todas las naciones, entre judíos y no judíos, esto es, entre todos los que estamos en Cristo: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sin conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de  Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Ef. 2: 19-21). En la Iglesia todos estamos unidos los unos con los otros y Dios está en medio.

            Por medio de esta unión patente en la Iglesia, Dios hace dos cosas: (1) añade a la iglesia. Cuando la gente ve el amor y la unidad en la iglesia, se convierte: “Y perseverando unánimes cada día en el templo… y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:46, 47); (2) da a conocer su sabiduría al mundo espiritual: “Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dado a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús” (Ef. 3:10, 11). Así que, la unidad en la iglesia es fundamental. Es su razón de ser.