“Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola. El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? (Marcos 7:17-18).
 
Lectura: Marcos 7:1-9 y 17-23.
 
Amy Carmichael dijo: “Si nunca has oído a Jesús decir una palabra dura, dudo que le hayas oído decir nada”.
 
Jesús acaba de decir que no es el mundo de fuera lo que nos contamina, sino nosotros mismos los que nos contaminamos. Los discípulos no entendían esta enseñanza. Los fariseos tampoco, porque no les interesaba entender. Entender esto habría echado abajo su sistema que estaba basado en una limpieza externa. No querían enfrentar la condición de sus corazones. Les bastaba una limpieza ceremonial. Pero los discípulos deberían de haber entendido. A Jesús le sorprende que no lo hayan comprendido, ellos, sus mismos discípulos. Pensaba que lo que había dicho era bastante claro. Y les dice: “¿También vosotros estáis así sin entendimiento?” ¿Estáis igual que los fariseos?
 
¿Qué cosas hay que el Señor nos ha estado enseñando y aún estamos sin entendimiento? Puede ser que lleve mucho tiempo intentando enseñarnos algo, y aún no lo vemos. Le preguntamos: “Señor, ¿qué es eso que me dices? Explícamelo otra vez. Quiero comprenderlo.” Y con paciencia el Señor nos pregunta: “¿Aún no entiendes?”.  Y después, en la intimidad del tiempo a solas con Él, nos abre el entendimiento.
 
Tenemos un buen Maestro. Paciente. Dedicado a su profesión: “Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy” (Jn. 13:13). En su amor y infinita paciencia el Señor nos volverá a explicar la lección hasta que la comprendamos.

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