LA LIBERTAD DEL OTRO

 

“Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude” (Lucas 10:40).

Lectura: 10:38-42.

     Para algunas, ¡esto nos tiene que sonar mucho! No sólo queremos hacer muchas cosas, todas a la vez, ¡nos molesta cuando otros no hacen lo mismo! No podemos dejar a los demás en paz para que tomen sus propias elecciones. Tenemos que meternos con ellos y acusarlos si no están ocupados como nosotras. Marta estaba muy molesta. Pero observamos que no habla con María. Podría haberle hablado en privado y pedido su ayuda, pero no, pretende avergonzarla delante de todo el mundo. ¡Quiere que quede mal delante del Señor! ¡Hasta se mete con el Señor mismo! Está tan convencida de que tiene razón, que exige que Jesús intervenga de su parte para poner a su hermana en su lugar.

     No sé si conoces a alguien así o si tú tienes la misma tendencia que Marta. Tienes que estar muy ocupada siempre y te molesta si otros no lo están. Si alguien se sienta, piensas que está perdiendo el tiempo. O cuando oras, pides a Dios que espabile a alguien para que se ponga a servirle. Tu concepto de redimir el tiempo es hacer muchas cosas a la vez. Si no tienes mucho que hacer, te produce ansiedad. Si eres así, la Palabra del Señor para ti, en cuanto a otros es: “Si quiero que él (Juan) quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (Juan 21:22).  Y en cuanto a ti: “Un espíritu afable y apacible es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3:4). Selah.

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