“Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo?” (Hebreos 1: 5).
Lectura: Heb. 1:6-13.
El texto que encabeza vuestra meditación es el primero de siete textos en total que apoyan el argumento del autor de Hebreos de que Jesús es superior a los ángeles. Vamos a seguir su línea de argumento:
- Los ángeles no son hijos de Dios, pero Jesús sí: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú” (Salmo 2:7). “Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo” (2 Sam. 7:14).
- El Hijo es superior a los ángeles, porque Dios les pide a los ángeles que adoren al Hijo: “Adórenle todos los ángeles de Dios” (Salmo 97:7, Septuaginta).
- Los ángeles son ministros de Dios, pero el Hijo es Dios: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino” (Sal. 45:6, 7).
- El Hijo es el Creador de cielos y tierra. Los ángeles son creación del Hijo; Él es su Creador. Él es eterno: “Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos… Pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán” (Salmo 102:25-27).
- El Hijo comparte el gobierno universal juntamente con el Padre; los ángeles están bajo su mando: “Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?” (Salmo 110:1).
Con estos versículos el autor de Hebreos ha establecido que Jesús es superior a los ángeles, y, a la vez, que Él comparte la Divinidad de Dios y el gobierno universal juntamente con el Padre. Antes de terminar su carta magistral, él habrá establecido la superioridad del Hijo: al sumo sacerdote, a Moisés, a Aarón, a Josué, y a todo el sistema levítico, para la remisión de pecados; que el nuevo pacto en la sangre del Hijo es superior al antiguo Pacto establecido en base a la sangre de animales. Sus lectores sinceros habrán entendido que volver al judaísmo no tiene sentido, porque es un sistema caduco, y que si lo hiciesen estarían sellando su condenación eterna. Esperamos que muchos hubiesen afianzado su fe en Cristo y en la salvación que Él ofrece.
Nosotros quizás no corramos el peligro de volver al judaísmo, pero siempre tenemos delante el peligro de volver al mundo, de cambiar nuestra fe en Cristo por placeres de poca duración en este mundo. Si tenemos mala memoria podríamos pensar que volver a Egipto sería mejor que estar en un desierto hostil. Hebreos también se dirige a esta cuestión (11:24-27). Pero una vez que nuestros ojos se hayan fijado en Jesús tal como está revelado en este libro, nada de este mundo puede inducirnos a abandonarlo. Él es el resplandor de la gloria de Dios, y todo palidece a la luz de su gloria. Como dijo el poeta: “Desde que mis ojos se fijaron en Jesús, he perdido la vista de todo lo demás, tan cautivada la visión de mi espíritu, contemplando al Crucificado”.
Copyright © 2023 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.