“Sed sobrios, y velad: porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe” (1 Pedro 5: 8, 9).
“En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mi fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león” (2 Tim. 4: 16, 17).
A lo largo de la historia el diablo ha usado la política para interferir con la obra de Dios y hacer daño a su pueblo. Hoy día lo suyo es quemar iglesias o dividirlas, perseguir a los creyentes o poner los unos contra los otros. Me acuerdo del conflicto entre Batista y Castro en Cuba; antes de instalarse el dictador, los creyentes andaban engañados, confundidos y divididos. Miles huyeron a España y nos lo contaban. ¿Qué podemos hacer ahora para que el león no nos coma por medio de nuestra presente situación política?
Imitar a Pablo quien puso su primera prioridad en la predicación del evangelio y no en cambiar al imperio romano. No poner nuestra ilusión en soluciones políticas, sino en los cambios que Dios puede efectuar en el corazón humano por medio del evangelio (Rom. 1:16, 17).
Dar a Dios lo que le corresponde y al gobierno lo que le corresponde a él, como nos enseñó el Señor Jesús: cada cosa en su sitio (Mat. 22:21).
Nunca permitir que la política sea motivo de división entre creyentes (Ef. 4:3). Tenemos hermanos espirituales e inteligentes en ambas bandas. No discutir, ni crear discusiones. No ser ignorantes del punto de vista de los que no opinan como nosotros. Intentar comprenderles, aunque no estamos de acuerdo. No burlarnos de sus ideas. Escuchar con atención lo que dicen unos y otros. Estar informados.
Controlarnos muy mucho a la hora de hablar de nuestros gobernantes. Ser discretos, comedidos, prudentes y equilibrados (Sant. 3:2).
No obsesionarnos con la política, sino confiar en que el Dios que pone reyes y quita reyes hará lo que más conviene, aunque no lo entendamos. Hemos de confiar y no amargarnos. Él lleva las riendas de la historia (Dan. 2:21).
Mirar más allá de nuestras fronteras a los países donde los cristianos realmente lo pasan mal debido a presiones políticas, y tener un sentido de proporción. Orar por nuestros hermanos que sufren lo indecible. “Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos” (Heb. 10:34). “Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo” (Heb. 13:3).
Meditar en estos textos: “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan” (Tito 3:1). “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, y a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos” (1 Pedro 2:13-15).
Qué Dios nos bendiga como iglesia.