“Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesen que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo” (2 Juan 7).
Vamos a volver al tema de los falsos maestros que tanta preocupación daba al apóstol Juan. Ellos negaban la encarnación. No creían que Jesús era el Hijo de Dios que procedía del Padre y nació de la virgen María en Belén. Hace referencia a ellos al final de su carta anterior. Al decir que “el Hijo de Dios ha venido” (1 Juan 5:20) está combatiendo las mentiras de los falsos maestros que no creen que vino del cielo, sino que tuvo su origen aquí en la tierra. Estos hombres han salido al mundo con un falso evangelio. Se creen misioneros, pero Juan los tiene por impostores. Ellos enseñaban, como hemos dicho en otra ocasión, que Jesús se convirtió en el Cristo en su bautismo y cesó de serlo antes de su crucifixión. El evangelio verdadero es que “Jesucristo ha venido en carne”; vino de Dios. Es eterno. Era humano y divino a la vez, nunca dividido en dos partes distintas.
Juan les dice a los de esta iglesia que tengan cuidado para no perder su recompensa: “Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo” (v. 8). ¡La persona que se aparta de la correcta doctrina en cuanto a Cristo se pierde! “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo” (v. 9). Los falsos maestros no eran salvos. Y Juan no quiere que nadie de esta iglesia se pierda juntamente con ellos. La doctrina es vital. Hemos de perseverar en la doctrina de Cristo, o sea, ¡no salir de la doctrina de los apóstoles!, como han hecho la Iglesia de Roma, los Testigos de Jehová, los Mormones, y los protestantes liberales. Estos grupos o bien niegan su divinidad, o bien la eficacia de su obra en la cruz para salvarnos, o las dos cosas.
¿Qué hacer con un falso maestro de estas características? ¡No recibirle para que enseñe en nuestra iglesia! Hay iglesias evangélicas que invitan a párrocos católicos a predicar en sus púlpitos. Los apóstoles condenaban esta práctica. Uno preguntaría: ¿Dónde está el amor en esta actitud? El apóstol no está hablando de recibir en tu casa a un creyente que tiene doctrinas diferentes que los tuyos en cuanto a cosas de menor importancia, sino a uno que viene a predicar que niega cosas vitales como la encarnación de Cristo, o la salvación exclusivamente por fe en su obra en la cruz. Esta persona no es hermano en Cristo, aunque pretenda serlo. Es un anticristo. Y Juan dice que “muchos engañadores han salido por el mundo”. ¡Ojo! No todo lo que luce es oro. Hay que tener mucho cuidado en nuestros días cuando está de moda no ofender a nadie y aceptarlo todo. No damos todo por bueno. Cuando no recibimos a estos falsos maestros como hermanos en Cristo se van a ofender, ¡y mucho! No somos ecuménicos.
Repasemos el criterio de Juan: si niegan la divinidad de Cristo, si niegan el evangelio que predicaban los apóstoles, si su motivación es el dinero, si su testimonio no es limpio, no recibirlos como maestros en nuestras iglesias. ¿Dónde está el amor en esto? Los amamos, eso sí, pero no como hermanos en Cristo.