EL JUICIO Y EL FRUTO

“Y ya la hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego” (Mateo 3:10).
El día de juicio será tremendo para muchas iglesias de Europa donde hemos oído el evangelio hasta la saciedad. En aquel día, el Señor no nos preguntará lo que creemos, sino que examinará nuestro fruto: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16-20). Esto se aplica a los creyentes y los no creyentes por igual. Si somos buenos árboles, daremos buenos frutos. No digamos que el Señor nos ha perdonado si no hay ningún fruto de arrepentimiento con actitudes cambiadas y obras que lo demuestren.
Nos preguntará por nuestros matrimonios, no por la parte del cónyuge, sino por la nuestra. Nos preguntará cómo hemos criado a nuestros hijos, si hemos justificado su inmoralidad, o si hemos corregido su pecado. Nos preguntará si hemos disciplinado a nuestros niños pequeños, o si les hemos consentido para la perdición de sus almas.
Nos preguntará por nuestra actitud hacía los ancianos. ¿Hemos colaborado con ellos, o hemos amargado sus vidas con nuestra rebelión, crítica, insubordinación, insultos y descalificaciones? Nos preguntará si los hemos tratados como puestos por Dios, como David trató a Saúl, o hemos intentado desbancarlos como nunca lo hizo David, por temor a Dios.
Examinará nuestras palabras. Delante de todo el mundo se pondrán en evidencia, como en una grabación, las palabras que han salido de nuestra boca. Jesús dijo: “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol… De la abundancia del corazón habla la boca. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio, porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:33-37).
Cuánto más oportunidad hemos tenido, más se espera de nosotros. Si los de Tiro y Sidón hubiesen oído los sermones que se han oído en nuestras iglesias, si hubiesen tenido las oportunidad de leer los libros y asistir a las conferencias que nosotros hemos tenido, hace tiempo se habrían arrepentido en cilicio y ceniza (Mateo 11:20-22). Hemos visto y aprendido mucho, por lo tanto, el Señor pedirá mucho de nosotros.
Pablo concuerda. Notemos el lugar que se dará a la obra de cada uno. Solo hay dos posibilidades, o bien hemos hecho bien, o bien hemos hecho mal: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Cor. 5:10; Rom. 14:10). No seamos como los judíos que pensaban que el día de juicio era para todo el mundo menos ellos. Pongamos en orden nuestra vida delante de Dios ahora mientras podemos. Que seamos hallados buenos siervos en aquel día.