¿PACIENCIA O DESOBEDIENCIA?

“Así ha hablado Jehová diciendo: Este pueblo dice: Aun no es tiempo, el tiempo de reedificar la casa de Yahvé. Entonces llegó palabra por medio del profeta Hageo, para decir: ¿Acaso es tiempo de que vosotros, especialmente vosotros, habitéis en casas artesonadas, mientras esta Casa está en ruinas? Pues ahora dice Yahvé Sebaot: Considerad vuestros caminos” (Hageo 1:2-4).
Edificar la casa de Dios significa evangelizar. La Casa de Dios está compuesta de personas. A la medida que se vayan convirtiendo son incorporadas en su estructura. No es una Casa llena de personas, sino hecha de personas. Cada persona que se convierte es otra piedra viva incorporada en la estructura de las paredes, una piedra preciosa, un tesoro para Dios. Esto ya hemos dicho, pero vamos a ahondar en la aplicación a nosotros mismos. ¿Tú has estado diciendo que no ha llegado aún el tiempo para predicar el evangelio a tu hijo, o a tu marido, o a tu hermana, o madre, o amiga, o a la gente de tu barrio? ¿Estás esperando que Dios salve a esta persona? ¿Piensas que la iniciativa vendrá de parte de Dios? ¿Piensas que has tenido mucha paciencia esperando que Dios los salve? ¿Estás orando y creyendo y esperando y anhelando este gran día? ¿Temas las consecuencias si predicas el evangelio a un familiar? ¿Estás esperando que te dé permiso, que te venga diciendo: “Háblame del Señor”?
Dios les mandó a los judíos que habían vuelto de la cautividad que trabajasen sin permisos, en contra de la ley, y lo hicieron, y vino una inspección de parte del gobierno, y entonces Dios intervino y facilitó la ayuda que necesitaban, pero no antes. Ellos tuvieron que tomar la iniciativa sabiendo que podrían tener represalias muy fuertes, pero sabían que estaban obedeciendo a Dios y que Dios estaba con ellos. Esperar a que Dios se mueve cuando te ha dicho a ti que tienes que moverte es pecado. “El que sabe hacer lo bueno y no lo hace le es pecado” (Santiago 4:17).
¿Temas romper la familia? Estos “padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1 Ped. 5:9). La diferencia es que nuestra familia rompe la relación con nosotros, mientras que la suya les mata. Y muchos van a la muerte. ¿Estamos edificando nuestras familias carnales o la del Señor? ¿Pensamos que “todavía no es el tiempo”, cuando el Señor ha dicho: “hoy es día de salvación” (2 Cor. 6:2)?
Ezequiel predicó a los huesos muertos. Los huesos no mostraron interés en la Palabra de Dios. Estaban “muertos en sus delitos y pecados” (Ef. 2:1). El profeta habló la Palabra. Después oró y pidió que viniese el Espíritu para darles vida, vino el Espíritu a los que habían oído la Palabra y cobraron vida: Ez. 37:3, 4, 7, 9, 10.
Solo Dios sabe si vivirán estos huesos, pero nuestra responsabilidad es obedecer. No queremos caer en el engaño de ejecutar paciencia cuando Dios nos ha mandado a ponernos a predicar el evangelio, a insistir “a tiempo y fuera del tiempo” (2 Tim.4:2). Los cabezas de familias que habían vuelto del cautiverio que eran muy mayores murieron antes de que se cumplió la reedificación del Templo. No vieron realizados sus deseos más profundos. Claro, tuvieron muy buenos motivos para no trabajar, pero sufrieron sequía e insatisfacción del alma como consecuencia. (Hageo 1:10, 11).
Es tiempo. “Subid al montes, y traed madera, y reedificad la casa” (Hageo 1:8). Habla a tu hijo. Es hora. Deja las consecuencias en manos de Dios.