¿UNA SALVACIÓN SEGURA?

“Sin embargó, Dios no se agradó de la mayor parte de ellos, pues quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros” (I Cor. 10:5, 6).

Estos tres textos, Salmo 95, I Cor. 10, y Heb. 3 nos sacuden profundamente. Los apóstoles no aseguraban a los creyentes que podían despreocuparse de su salvación, porque Dios los guardaría, y como Él los amaba, estaban seguros y no había ningún peligro de apartarse y perderse. Al contrario, los advertían vez tras vez. Era la última cosa que hizo Pedro antes de morir: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección, porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2 Pedro 1: 10). Pablo escribe: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil. 2:12). Leemos: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Heb. 2:3).

La salvación es segura para el que la tiene, pero muchos piensan que la tiene, han sido bautizados y participen de la mesa del Señor, cuando no la tienen. Allí está el problema. Vemos que muchos se apartan, desaparecen de nuestras iglesias, ¡pues, que no se van tranquilos!, sino habiendo sido avisados por textos como estos que estamos considerando. Las tentaciones son muy fuertes y el enemigo hará todo lo posible para destruirnos. Por eso, en este contexto, Pablo dice: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana, pero fiel el Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. Por tanto, amados míos, huid de la idolatría” (1 Cor. 10:12-14). La salida de la tentación es huir. Hay dos opciones: huir o caer. Caer es terrible. Esto es lo que el apóstol está diciendo. Estos pecados tienen consecuencias terribles, más terribles que las que entran en la teología de mucha gente. No hacemos ningún favor a la gente asegurándole que Dios le va a llevar al cielo por un camino de rosas y que no tiene que preocuparse de su salvación, porque ya tomó una decisión en el pasado. Si los amamos, avisaremos.

El texto paralelo que tenemos en Heb. 3:7-19 comenta el mismo pasaje del Salmo 95. Cita los versículos 8-11 y hace referencia a las mismas experiencias de Israel en el desierto. Dice: “Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio” (Heb. 3:14). El texto está diciendo que somos salvos si retenemos nuestra fe en Él hasta el final. Dice lo mismo mas arriba: “Moisés fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, pero Cristo, como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza” (Heb. 3: 6). Somos casa de Dios si retenemos firme hasta el final nuestra fe. Si perdemos nuestra confianza y fe, no somos de Cristo, ni somos casa de Dios. Las consecuencias de apartarnos de Dios son funestas, por eso viene el aviso tan fuerte. “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Heb. 3:12). Este es el mensaje apostólico.