VEN, VEN, VENGA

“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).
 
Lectura: Apoc. 22:16-21.
 
            Ya hemos llegado al final del libro de Apocalipsis. Jesús promete venir en breve y Juan responde: “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (22:20). El Espíritu Santo que está con la Esposa, la Iglesia, juntos dicen: “Ven”. En este contexto viene la última invitación de la Biblia al que todavía no es salvo, pero está buscando. Esta persona tiene sed. Puede ser que sepa que está buscando algo, pero no identifica lo que es. La vida le carece de sentido. Ha probado religiones, pero no lo satisfacen. Ha intentado llenarse con las ofertas de este mundo, pero todos sus placeres lo han dejado vacío y con aun más sed. Ha comprendido a primera mano que todo es vano. La invitación es para él.
 
            El tema de la sed es frecuente en la Biblia. El profeta dijo: “A todos los sedientos: Venid a las aguas” (Is. 55:1). Jesús le dijo a la mujer samaritana: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva…Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4: 10, 13, 14). En otra ocasión el Señor dijo lo mismo a las multitudes: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él” (Juan 7:37-39).
 
            Muchos han respondido a esta invitación, han creído en Cristo y han recibido el Espíritu Santo. Él es el único que satisface la sed del ser humano, pero sigue habiendo muchos que no han venido a Él para beber. Siguen con su sed. A éstos se les extiende la última invitación de la Biblia: “Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. Antes de que sea tarde y la puerta del Reino se cierre para siempre, sale la voz del evangelista implorando una última vez: “Venga”. Si no atienden a esta última oportunidad, compartirán la sed eterna del hombre rico que clamó: “Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama” (Lu. 16:24).  
 
            Allí es donde entramos tú y yo. El Señor Jesús se dirige a nosotros diciendo: “Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis” (Mat. 22:9). Los hijos del Reino no quisieron venir, así que el Rey extiende la invitación a los gentiles por todo el mundo, a que vengan, y se sienten en la mesa del banquete nupcial del Rey y su Novia en el Reino de Dios, con Abraham, Isaac, y Jacob. Hoy aún hay lugar para todos los sedientos, pero tú y yo hemos de salir y buscarlos. Que seamos siervos obedientes en esta urgente misión de misericordia que tanto pesa sobre el corazón de Dios.
  

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