“Me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee” (2 Corintios 12:6-10).
Lectura: 2 Cor. 12:7-10.
Dios tiene sus propósitos en el sufrimiento que Él permite. Pablo describe la aflicción que sufre como un aguijón en la carne que le abofetee. Le da un golpe tras otro. Es un mensajero de Satanás. ¡Resulta que tiene voz! Transmite mensajes que vienen directamente del infierno. Añade insulto al daño. Si tú sufres por una circunstancia en tu vida, viene el enemigo y te dice que: “Claro, tú tienes la culpa. La decisión que tomaste fue equivocada. Ahora has de pagar toda la vida por lo que decidiste. Dios te ha rechazado, nunca te usará. Y pagarás el doble por lo que has hecho. Dios te perdonó, pero has de pagar las consecuencias, y serán muy fuertes, siempre”. Son palabras calculadas a conducir a la desesperación. O, puede ser, que cometieras cierto pecado en el pasado. El mensajero de Satanás te dice que no saldrás de esta hasta que no hayas pagado el último céntimo. O, si estás enfermo, ¡el mensajero del diablo tendrá mucho que decir! Te acusará de estar cobrando por pecados del pasado, o, te acusará por cosas que no son pecado como si lo fuesen. Si sus mensajes se basan en pecados ya perdonados, si te dejan confundido, desanimado, sin fuerzas, sintiéndote lejos de Dios, puedes estar seguro de que este mensaje no ha venido de Dios, y que no has de hacerle caso. Recházalo. Dile que se vaya. No lo escuches.
El Señor le dijo a Pablo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” Es cuestión de cerrar tus oídos al mensajero de Satanás y abrir tu corazón para recibir la gracia de Dios. La actitud de Pablo fue: “Me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
Pablo superaba sus dificultades en el poder de Dios, o las soportaba con el mismo poder. Pudo pasar por ellas y todavía realizar lo que Dios quería que hiciese, ¡a pesar de todo! Satanás no pudo pararlo. Los problemas se superan en el poder de su amor. Su amor para nosotros nos capacita a sufrir lo que hemos de sufrir. Las dificultades no vienen porque Dios haya dejado de amarnos, sino como oportunidad de glorificar a Dios en medio de ellas, recibiendo su amor y comprensión en el sufrimiento. Hay una comunión con Dios muy especial que solo podemos tener en medio de circunstancias adversas, aceptándolas como venidas de parte de Dios por sus fines, al caminar con Él en medio del fuego sin ser destruidas. Él preserva nuestra alma.
Pablo pasó por azotes, cárceles, peligros de muerte, fue apedreado, padeció naufragio, pasó por peligros de ríos, de ladrones, de los judíos, de los gentiles, en la ciudad, en el desierto, en el mar, entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en desvelos, en hambre y sed, en frío y desnudez; y, a pesar de todo esto, ¡evangelizó Europa y Asia, en el poder de Dios! Gracias a Dios por el ánimo que nos da su poderoso testimonio.
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