JUDAS, SU PERDICIÓN

137 (esta meditación la saltamos por equivocación, por lo cual la enviamos hoy)

“Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio” (Hechos 1:16, 17).
 
Lectura: Hechos 1:12-17.
 
            La actuación de Judas nos deja consternados y profundamente afectados. Nos preguntamos cómo fue posible. Su traición no tiene igual en la historia del mundo. No hay otra persona que haya tenido tanta luz y verdad, y lo haya negado. Él vio a Dios en Persona, escuchó su enseñanza con sus propios oídos, vio sus milagros con sus propios ojos, y no creyó en Él. Nadie ha tenido tanto privilegio como él, tanto conocimiento de Dios y tanta oportunidad para salvarse y que la haya desperdiciado. Más oportunidad para salvarse, imposible. Tuvo toda la evidencia posible para conocer a Dios, y no creyó. Judas se incluía entre el grupo selecto al cual Pedro se refirió: “han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan” (1:21), y solo le sirvió a Judas para mayor condenación.
 
 Además de traicionar a Jesús, rompió la relación y la unidad que existía entre todos los discípulos, y no le importó. Una persona puede ver a Dios en persona, escuchar su verdad, ver sus milagros y luego rechazarlo ¡por dinero! ¡Qué trágico! Rompe mi corazón el pensar en ello. Es imposible tener más luz de la que tuvo Judas. No es por falta de evidencia que la gente se pierde, sino por cómo son, por la condición de sus corazones. Todos los que se pierden han tenido menos luz que Judas, pero son igualmente culpables, porque no les interesa saber la verdad. Pilato preguntó a Jesús qué era la verdad, pero no quería conocerla. La verdad es que él estaba condenando a un hombre justo, y no le importaba. No le interesaba la justicia. Lo vio a Él que es la Verdad, masacrado, delante de sus ojos, y no sintió ni pisca de compasión o misericordia por Él. No le importaba el dolor humano. Si torturar a un hombre inocente es lo que hacía falta para conservar su trabajo, estaba dispuesto a hacerlo. Pilato era una persona que estaba dispuesta a sacrificar la verdad y la justicia por intereses personales. Judas sacrificó la amistad, el amor, la verdad, la lealtad, la unidad, la integridad y la misericordia por dinero. Todas las personas se condenan debido a lo que hay en sus corazones.
 
            Conozco a una mujer que conoce perfectamente la verdad del evangelio y la sacrifica por intereses creados en la iglesia católica. Otros en la religión evangélica no se enteran de la verdad que está delante de sus ojos por su afán de protagonismo. Conozco a un hombre con una esposa íntegra que ha conocido la verdad desde que era niño y la rechaza por orgullo. Hace años pregunté a mi hermano por qué no quería seguir a Jesús y me contestó: “porque amo demasiado el pecado”. La diversión e inmoralidad del mundo había capturado su corazón. Se puede ver el testimonio de bellísimas personas y rechazar a Dios por fallos insignificantes que tienen, porque cualquier excusa de su incredulidad les vale, porque no quieren saber la verdad. Jesús lo resumió en una sola frase: “Y esta es la condenación; que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19). Su condenación es justa.  

Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.