JESUS ES UNGIDO (5)

“Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume” (Lucas 7:36-38).
 
Si es la misma historia que tenemos en los cuatro evangelios, este es el relato más completo. Muestra con más claridad la devoción de la mujer y su actitud de arrepentimiento y contrición delante de Jesús. Nos hace comprender su motivación y su devoción al derrochar los ahorros de su vida sobre su Salvador, y muestra cómo Él puede restaurar una vida. Si no es la misma historia, su acto relega el de María de Betania a un segundo plano. En tal caso Jesús fue ungido por dos mujeres diferentes, con dos perfumes carísimos diferentes que venían en dos envoltorios de alabastro distintos, en dos banquetes diferentes, en la misma Betania, en casa de dos Simones distintos, los dos adinerados, y con dos grupos de invitados que tuviesen la misma reacción ante el derroche de devoción que presenciaron. Si así crees, tu opinión sigue la mayoría.
 
Yo prefiero pensar que la mejor amiga de Jesús era la que peor vida había tenido antes de conocerlo, evidencia de su amor hacia los más perdidos, no solo sanándolos y restaurándolos a una mayor dignidad de la que tuvieron antes de caer en el pecado, sino que también los acepta como íntimos amigos, que está dispuesto a dejar que lo critiquen para tener a tales como amigos, y amigos que significan muchísimo para Él. Si es así, esta historia, que encontramos justo antes de su pasión, demuestra el poder del evangelio y cómo Jesús salva al pecador. En ella vemos su poder sanador y restaurador, y la gloria del Señor en Su devoción apasionada hacia los más perdidos, precisamente los que Él había venido a salvar. Entonces no se aleja de pecadores para no contaminarse, como Simón el fariseo, sino que es amigo de pecadores como tú y yo. Cuánto más comprendemos la profundidad de nuestra perdición antes de conocerlo, más lo amamos.
 
Un amigo nuestro se escandalizó con la mera sugerencia de que María Magdalena pudiese ser María de Betania. Se indignó. Dijo que cómo podríamos pensar por un momento que una mujer tan buena y pura como María de Betania podría haber sido prostituta. Jesús nunca tendría por amiga a esta clase de mujer. Yo creo que esto lo honra, y, personalmente, tengo que reconocer que no llego a la suela de sus zapatos. Me da esperanza de que yo también pueda ser su amiga.
 
En el caso de que nuestra tesis sea acertada, como dice mi marido, Jesús sale de la tumba para ser recibido por una mujer que representa a la iglesia redimida. Esta mujer no es su madre, ejemplo de virtud, ni ninguna inmaculada, sino una mujer caída que fue restaurada, enteramente devota a Él, que derrocha toda su vida a sus pies con lágrimas de arrepentimiento y besos de gratitud. Es apto que ella sea la primera mujer que lo recibe, como la segunda Eva, la redimida. Recibe al Segundo Adán, su Redentor, en el huerto de la resurrección (Juan 19:41). Simboliza a la Iglesia con Cristo en el paraíso, entonces por unos breves momentos, pero después para siempre jamás. Este fue el deseo más profundo de María, y es el que tenemos todos los que hemos sido conquistados por el amor de Jesús.     
 


 
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