ERA NECESARIO

 

“Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día” (Lu. 24:7).
 
Parece que Lucas quiere que entendamos la necesidad de la crucifixión, porque esta frase sale ¡cuatro veces! En este capítulo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día” (v. 7). “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” (v. 26). “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (v. 44). “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día” (v. 45, 46). Para nosotros el motivo de la muerte de nuestro Señor es evidente, pero para muchos no lo es, como no lo era para sus propios discípulos.
 
¿Por qué hizo falta que Cristo muriese? ¿Cómo puede beneficiarnos la muerte de un solo hombre hace 2.000 años? Para entender la respuesta, tenemos que entender el principio de la sustitución. También tenemos que entender la justicia de nuestra condenación. Si no comprendemos cual es nuestra condición delante de la absoluta perfección y santidad de Dios, la muerte de Cristo solo nos parecerá otra tragedia dentro de la historia humana. Vamos a empezar con este último punto. Vivimos dentro de una sociedad democrática que respeta los derechos humanos y castiga el incumplimiento de ellos. No ocurren las barbaridades que prevalecen en otras sociedades y han marcado toda la historia humana. Si leemos las obras históricas de Shakespeare, nos horrorizan las atrocidades perpetuadas por los que ostentaban o buscaban el poder en Inglaterra. Sin mucha dificultad reconocemos que los que infligían muertes por métodos sádicos, atroces, caprichosos e inhumanos merecen el castigo de Dios. ¿Por qué es que los que suben al poder parecen ser peores que otros mortales? Porque ellos tienen los medios para cometer grandes crímenes, como Herodes, Nerón, Hitler, Stalin, Idi Amin, Gadafi, etc., pero no son peores que los demás, pues, dadas las oportunidades y motivaciones suficientes, haríamos lo mismo. La viejecita en su mecedora con el gato en su regazo no puede pilotear un avión de bombardeo, pero un rey o un dictador sí puede matar a miles.  Somos malos, perversos, ambiciosos, y bárbaros por dentro, y no lo puede frenar ni la democracia, ni la educación, ni ninguna ley humana o entidad mundial que pretenda hacerlo.
 
Necesitamos dos cosas: ser castigados y ser radicalmente transformados por dentro. Esto es lo que vino Jesús a hacer. Es nuestro Sustituto, pues llevó nuestra justa condena, y nos da su mismo Espíritu para cambiarnos en personas totalmente diferentes, capaces de obedecer la justa ley de Dios. Jesús tuvo que sufrir antes de entrar en su gloria, o habría entrado solo, sin que ninguno de nosotros tuviésemos la posibilidad de participar en su Reino. Jesús vino para ser Rey, pero también para tener un pueblo sobre el cual reinar, tuvo que morir por sus súbditos para hacerlos aptos para entrar en su reino. Así que “era necesario que el Cristo padeciera estas cosas” (v.26), antes de entrar en su gloria.
 

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