“María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies” (Juan 11:32).
Lectura: Juan 11:33-38.
Cuando Jesús llegó a la aldea de Betania, Marta salió a su encuentro, pero María se quedó en casa hasta que Jesús la llamó. Marta sostuvo una conversación larga con Él, de pie, debatiendo varias cosas, no lloró ni lo adoró. María, en cambio, cuando Jesús la llamó, salió con prisa y vino a Él, se tiró a sus pies llorando. Las dos dicen lo mismo: “Señor, si hubieses estado aquí”; pero la manera en que terminan la frase cambia el énfasis. La expresión de Marta: “mi hermano no se habría muerto” significa: “Tú habrías obrado para que no muriese”. Mas lo que dice María es: “No habría muerto mi hermano”. Es como si dijera “¡Qué pena que no estabas!, porque en tu ausencia murió”. Lo de María es fe en el poder de Jesús y amor por su hermano. Lo de Marta es recriminación: ¿Dónde estabas?
Otro contraste es que María se tira a los pies de Jesús en amorosa devoción con el corazón quebrantado mientras Marta habla con Él de pie. María no conversa con Jesús. Llora. Y Jesús no le enseña nada. Ella ya sabe quién es. Confía en Él. La respuesta de Jesús a las lágrimas de María es llorar con ella. La ama. No llora con Marta, le enseña. Amaba a las dos, pero era más difícil llegar a Marta. María está abierta de par en par a Jesús y sus lágrimas fluyen con las suyas. Aquí hay dos almas unidas: el divino y el humano, llorando juntos. No hay palabras, solo lágrimas.
Es a María a quien pregunta Jesús dónde está el sepulcro. Pero notamos la forma en que lo expresa: No dice: ¿Dónde está enterrado?, sino: “¿Dónde le pusisteis?”, o sea, ¿Dónde está Lázaro?, o ¿Dónde habéis puesto a Lázaro?”. Da la idea de cogerlo en brazos y llevarlo a cierto lugar y ponerlo allí. No está hablando de un cadáver sino de una persona. Es Lázaro, y tuvisteis que ponerlo en una tumba porque estaba muerto. ¿Dónde le pusisteis? Son los que acompañan a María que contestan: “Ven y ve”.
Delante del sepulcro, cuando Jesús dice: “Quitad la piedra”, María no dice nada. ¿Creía que Jesús iba a llorar sobre el cadáver, o creía que Jesús iba a hacer un milagro? Se ve que Marta creía lo primero. María no habla. Está transpuesta de dolor, pero el amor, la fe y la esperanza también están presentes en su alma, y ella espera a ver lo que hará el divino Maestro delante del cuerpo de su amado hermano. Cuando oye, “Lázaro, ven fuera”, su fe salió a abrazarla.
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