A LOS PIES DE JESÚS

“María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies” (Juan 11:32).

Lectura: Juan 11:28-37.

A los pies de Jesús: las tres escenas de la vida de María.

1.      Para aprender.

“…María, la cual, sentándose a sus pies, oía su palabra” (Lu. 10:39).

     Dejando lo urgente y provocando la ira de otros, se sentó a los pies de Jesús para oírle, en actitud de adoración. María adora cuando entiende y adora cuando no entiende. La adoración es un constante con ella. No la vemos en otra postura sino en la de estar a los pies de Jesús. Expresa amor, reverencia, ternura y humildad. ¡Marta aprendía de pie, desafiando a Jesús, diciéndole lo que podría haber hecho (llegar antes), lo que podría hacer ahora (orar pidiendo a Dios que resucite a su hermano), y lo que no debía de hacer (quitar la piedra)! María aprendió a los pies de Jesús sin darle ninguna sugerencia. Él era el Maestro y ella la alumna. Él sabía y ella no. Toda Palabra suya era preciosa y no quería perder ni una. Desea estar con Él por encima de todas las demás responsabilidades que tuviera.

2.      Para llorar.

“María cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies… Jesús entonces, al verla llorando…” (Juan 11:32).

     Cuando se sentía abandonada, cuando no entendía los caminos de Dios, con el dolor de la pérdida de su hermano, María adora a los pies de Jesús.

     Hay un lugar donde derramar el dolor de un corazón quebrantado con la muerte, y María encontró ese lugar. Es adorar al que dio y quitó, como Job. No adoramos porque entendemos, o porque estamos de acuerdo, o porque nos gusta, sino porque Él es Dios y sus caminos son más altos que los nuestros y Él sabe lo que hace, aunque no nos lo haya revelado.

3.      Para expresar gratitud.

“Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos” (Juan 12:3).

     María adora cuando ve el resultado, la resurrección de su hermano. Esta adoración es natural, pero sin la adoración anterior en el camino del cementerio, ésta pierde su valor. “Ahora adoro, porque entiendo”, vale poco. La adoración que es el “sacrificio de alabanza” es la anterior.

     Esta última adoración es con lágrimas, porque María anticipa la pérdida del que ama más que a su hermano. Jesús dice que lo hace para su sepultura. Con este gesto María está diciendo: “Antes de que vayas, te quiero decir una vez más que te amo. Mientras dure la vida, estoy aquí, a tus pies, adorándote, y cuando te vayas, lloraré, pero te seguiré adorando siempre”. Esta es María.

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