EL TRABAJO DEL ESPÍRITU SANTO

 

“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de vuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida” (Efesios 1:13, 14).
 
Lectura: Efes. 1:11, 12.
 
            Vamos a mirar tres cosas que el Espíritu Santo hace por nosotros, los que hemos creído en Cristo:
 
El Espíritu Santo es el Sello de Dios de que somos suyos (Ef. 1:13, 14).
            Cuando realmente hemos pasado de muerte a vida por la fe en Cristo, Dios nos sella con el Espíritu Santo. Este sello marca a la persona como propiedad de Dios. Es como cuando compras una casa, te entregan las escrituras de la casa haciendo oficial que tú eres el dueño. El Espíritu Santo es la garantía de que somos hijos de Dios y, por lo tanto, herederos de todo lo que Dios nos ha prometido. Cuando Cristo vuelva entraremos en nuestra posesión eterna en su reino. El apóstol Pedro hace mención de esta herencia: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 Pedro 1: 3, 4).
 
El Espíritu Santo nos ayuda en la oración: “El Espíritu mismo nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Rom. 8:26, 27). Cuando no sabemos qué tenemos que pedir a Dios en oración, tenemos a Uno que nos enseña cómo orar. Él entiende nuestra dificultad en discernir la voluntad de Dios para nosotros. Sabe lo que nos conviene. Gime dentro de nosotros y Dios sabe interpretar este gemido y nos da lo que realmente necesitamos, aunque nosotros lo ignoramos. El Espíritu Santo hace que nuestras oraciones lleguen al Padre según su perfecta voluntad.    
 
El Espíritu Santo produce buen fruto en nosotros: “Mas el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza” (Gal. 5:22, 23). Somos como un árbol, el Espíritu Santo es como la sabia, y el fruto es el resultado de su vida en nosotros. Es la evidencia de que somos un árbol en la plantación de Dios. Los árboles del diablo producen malos frutos como “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes” (Gal. 5:19-21). Se identifica el árbol por el fruto que produce. Un manzano produce manzanas. La evidencia de que tenemos el Espíritu Santo viviendo en nosotros es el fruto que producimos, o las cosas que hacemos. Poco a poco el Espíritu Santo va transformándonos y vamos produciendo cada vez mejor fruto. Nuestras vidas evidencian que somos hijos de Dios.
 

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