“Las puertas de Jericó estaban bien aseguradas por temor a los israelitas; nadie podía salir o entrar” (Josué 6:1).
Lectura: Josué 6:2-9.
Hemos estado considerando el poder de la presencia de Dios que va delante de nosotros por el camino que Él marca para nosotros en la vida. En los capítulos 3 a 6 del libro de Josué, el arca del pacto es la protagonista. Es mencionada nueve veces en el capítulo 3, siete veces en el capítulo 4, y ocho veces en el capítulo 6. El ejército de Israel no hizo milagros, la gloria de su victoria se debe al Dios que los acompañaba, el Dios invisible cuya presencia se hizo visible en el arca del pacto.
Dejamos a la nación de Israel en tierra seca al otro lado de río Jordán, frente a los muros de Jericó que lucían formidables delante de ellos. Lo que aprendemos en este capítulo es que Dios nos anuncia la victoria antes del comienzo de la batalla. Es así en la vida cristiana también. Sabemos que Dios vencerá y que esta victoria será para todos los que estamos en Cristo, para todos los que hemos puesto nuestra fe en Él, para la salvación de nuestras almas y nuestra entrada final en el Reino de Dios en los cielos. “Pero el Señor le dijo a Josué: ¡He entregado en tus manos a Jericó, a su rey con sus guerreros! Tú y tus soldados marcharán una vez alrededor de la ciudad; así lo harán durante seis días. Siete sacerdotes llevarán trompetas hechas de cuernos de carneros, marcharán frente al arca. El séptimo día ustedes marcharán siete veces alrededor de la ciudad, mientras los sacerdotes tocarán trompetas. Cuando todos escuchen el toque de guerra, el pueblo deberá gritar a voz en cuello. Entonces los muros de la ciudad se derrumbarán, y cada uno entrará sin impedimento” (Josué 6:2-5). El Señor nos anima anunciando la victoria final y, además, ¡nos da el plan de batalla!
Así hicieron los hijos de Israel y fue exactamente como el Señor había dicho. El séptimo día “los sacerdotes tocaron las trompetas, y la gente gritó a voz en cuello, ante lo cual las murallas de Jericó se derrumbaron. El pueblo avanzó, y tomó la ciudad” (Josué 6:20). Quedó evidente que era Dios quien quitó el obstáculo que impedía la victoria. La parte que le tocó al ejército se hizo posible por lo que Dios hizo previamente. Lo mismo es cierto en nuestras vidas. Pensamos: “No puedo hacer lo que tengo que hacer porque hay un gran muro delante de mí”; pero Dios derribará el muro, y luego nosotros procedemos a hacer lo que Él nos ha mandado. ¿Qué muro tengo delante de mí? ¿Alguien que ha puesto una muralla alrededor para que Dios no lo penetre? Dios es experto en derrumbar muros. Ora, obedece, pon tu fe en Él y Dios quitará cada obstáculo. Ni el río Jordán, ni las murallas de Jericó, pudieron resistir al poder de Dios.
Cada vez que mi fe es probada, Tú me das la gracia de crecer un poco más,
Las montañas y valles, desiertos y mares que atravieso me llevan más cerca de ti,
Mis pruebas no son mayores que mi Dios, y no van a impedirme caminar.
Si delante de mí, no se abriese el mar, Dios me puede hacer andar sobre las aguas.
//Rompiendo en fe, mi vida se revestirá de tu poder,
Rompiendo en fe, con osadía voy a ver lo sobrenatural,
Voy a luchar y vencer, con Él sembrar y crecer; cada día viviré, rompiendo en fe//.
Copyright © 2023 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.