“Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!” (Marcos 11:9-10).
Cuando estudiamos un pasaje, una de las preguntas que nos hacemos es: ¿Hay alguna conducta que imitar? Estamos con la historia de “la entrada triunfal” de Jesús en Jerusalén. De paso digo que nunca me ha gustado la palabra “triunfal” en este contexto, a no ser que entendamos “triunfo” en el sentido en que Dios lo entiende, que es “superar lo carnal”. Jesús no entraba con el orgullo del vencedor, disfrutando de la aclamación de las multitudes como uno de los grandes de este mundo, sino con mansedumbre y humildad, sabiendo que la aclamación de las gentes era efímera y que gritarían “crucifícalo” pocos días después. Su triunfo consistía en subir paso a paso deliberadamente a la cuidad donde lo iban a crucificar, en total obediencia al Padre. Esto es verdadero triunfo.
Pues, volviendo al tema, hay muchas conductas en este pasaje que podemos imitar:
1. Dejar nuestros bienes a la disposición de Jesús como hicieron los dueños del burro.
2. Servirle como hizo el burro.
3. Obedecerlo en todo detalle como hicieron los discípulos.
4. Adorarlo de corazón como algunos de la multitud.
5. Darle hospitalidad como lo hicieron los amigos de Betania al final de la jornada.
6. Recibirlo como Rey.
Señor Jesús, Te adoro como mi Rey, mi Salvador y mi Dios. Pongo mi abrigo en el suelo para que el burro que tú montas lo pise, en un gesto de adoración a tu persona. Eres la hermosura de la humildad y la sencillez. La realeza de tu dignidad revestida de la hermosura de tu humildad sobrepasa la de los reyes de este mundo. La gloria de Dios se desprende de la pobreza de tus vestidos. Con reverente asombro contemplamos tu entereza al cabalgar sobre un burro al lugar de tu muerte, ignorando los hosannas de la multitud, con los ojos puestos en la Cruz, y la sola aprobación del Padre. El mundo nunca ha producido un Rey como tú. Nos arrodillamos en reverente adoración al verte pasar. Hosanna al Hijo de David, de todo corazón. Amén.
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