LA ACTITUD DE JESÚS FRENTE A SU MUERTE

 

“Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por lo cual, entrando en el mundo dice: sacrificio y ofrenda no quisiste, mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí. Diciendo primero: sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último” (Heb. 10:4-9).
 
El Señor Jesús entendía por medio de la Ley que, aunque Dios había pedido el sacrificio de animales para quitar el pecado, ellos no lo podían lograr. “No le agradaron” a Dios en el sentido que no eran eficaces. No es que le molestaran; es que no conseguían su propósito: no tenían el poder para quitar el pecado. Jesús, meditando en esto, se da cuenta de que el sacrificio de animales no deja a Dios satisfecho en cuanto a la abolición del pecado, y Él quiere ver satisfecho a su Padre. Quiere zanjar la cuestión del pecado con un sacrificio que sí deje satisfecho a Dios. Jesús, pensando en ello, se da cuenta de que había un solo sacrificio que agradaría al Padre: el de su propio cuerpo; pues por eso el Padre le había dado un cuerpo humano: para poder ofrecerlo en sacrificio por el pecado de la humanidad y realizar de una vez la completa satisfacción de Dios al ver que el pecado había sido justamente pagado.
 
Vemos que Jesús amaba al Padre. El Padre quería ver satisfecha su justicia, y había hecho preparativos para el sacrificio perfecto cuando le dio un cuerpo a Él en la encarnación. La encarnación era para la Cruz. Lo que el altar no pudo lograr, la Cruz, sí. Y la disposición de Jesús era ofrecerse por amor al Padre. Así que, en las palabras de nuestro texto: “quita lo primero” (el sacrificio de animales), “para establecer esto último” (el sacrificio de Sí mismo), porque eso era la voluntad de Dios, que el pecado fuese eliminado. 
 
Jesús se preguntaba: ¿Qué es la voluntad de Dios? Y luego pensaba: ¿Cómo puedo yo contribuir a que ésta se realice? Y luego vio que Dios ya había hecho los preparativos al darle un cuerpo. Nosotros podemos pensar lo mismo: ¿Cuál es la voluntad de Dios? El establecimiento de la iglesia y la evangelización del mundo. ¿Cómo puedo yo contribuir a que esto se haga? Y luego pensamos en los dones que Dios nos ha dado a nosotros y los ponemos a su disposición, porque nuestro deseo es agradar al Padre.
 
Estos días de Semana Santa vemos cómo Jesús hizo la voluntad del Padre, y nosotros tomamos nota, y somos sus seguidores, hacemos lo mismo, elegimos hacer la voluntad del Padre y pagamos el precio, como nuestro Maestro.  

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