“Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él” (Hebreos 12:4).
Lectura: Heb. 12:5-7.
¡Cuántas veces he leído este texto! ¡Esta mañana me tocó en la lectura diaria y esta mañana me ha vuelto a hablar! ¿Cómo es posible? Súper conocido, pero no ha perdido el poder para levantar nuestro ánimo. Mejor dicho, Dios no ha perdido su capacidad de levantarnos cuando necesitamos su fuerza.
Lo que nos llega es la ternura con que Dios se dirige a nosotros. Te dice: “Hijo mío”. Me dijo: “Hija mía”, con amor. En otras versiones dice: “No pierdas el ánimo” (NIV).“No te desanimes” (BTX). Dios nos quiere animados y quiere que percibamos su amor cuando nos disciplina. Cuando cogí la Biblia para leer este texto, estaba medio desmayada y pasó algo sobrenatural: Mi Padre quitó la losa que me estaba oprimiendo. Mi vida cambió en un instante. Pasé de un estado de ánimo a otro. Me levanté del encuentro con Él como otra persona. Fue una obra instantánea de Dios. Dios me tocó. Esto pasa cuando nos acercamos a Él. No nos quiere medio desmayados, sino firmes y animados en Él, con su fuerza.
Los creyentes que recibieron esta carta tenían tres desafíos:
- “Su lucha contra el pecado” (12:4). Esta puede ser con su propio pecado, o con el pecado de otros. El pecado nos afecta, no importa de dónde viene, y tenemos que luchar contra él. Si es el pecado de otros, necesitamos paciencia y oración con fe, que el Señor obre en esta persona y que nos capacite para soportarla.
- La disciplina del Señor. “El Señor al que ama disciplina”. Nos está enseñando lecciones fuertes. Duras. Tenemos que aplicárnoslas. A veces la disciplina es un cursillo que Dios nos da; otras veces es la corrección de un pecado nuestro, una actitud mala, una costumbre que no nos va bien. En amor nos enseña.
- “Soportar dificultades como una disciplina” (12:7, NIV). Las dificultades nos enseñan, si nos aplicamos a la tarea. Son difíciles, como el nombre implica. A nadie le gusta pasar por dificultades, pero, si respondemos con fe y confianza en Dios, nos hacen bien a la larga. Las dificultades pueden venir por nuestra culpa o no. Puede ser que sean cosas normales de la vida que todo el mundo tiene que afrontar. No vivamos bajo una carga de culpa por algo que no es nuestra culpa.
En todas estas cosas Dios nos está formando. Y lo está haciendo con amor, como buen Padre. Lo que hemos de hacer es someternos al Padre de nuestros espíritus, ¡y vivir!: “¿No seremos mucho más dóciles al Padre de los espíritus, y viviremos?” (12:9, BTX). “¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?” (12:9, RV60). En todo caso, lo que hemos de hacer es someternos a la disciplina, y a las dificultades, y al hecho de que tenemos que luchar contra el pecado. Si lo hacemos, ¡viviremos! Aceptamos con buen grado estas cosas, ¡y Dios nos dará vida! ¡Abundancia de vida! Vida para resistir y vencer.
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