“Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron, pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se los impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí” (Mateo 19:13-15).
Lectura: Santiago 5:16.
Una madre se sentó en el sofá, sus hijas arrimadas a ella. En una voz más solemne que la normal les dijo: “Tengo una noticia triste para vosotras”. La esperaron en silencio, esperando que cayera el golpe. La madre temía como la recibiría la mayor, pues colaboraba con la fallecida en la escuela dominical como ayudante, y era una niña muy sensible. La otra era más pequeña y la madre creía que no la conocía. Respiró hondo y dijo: “Raquel ha fallecido”. Al oír el nombre la pequeña estalló en llanto. La madre le dijo: “Pero no la conoces, es la Raquel de la iglesia”, pensando que la había confundido con otra. “Sí que la conozco”, dijo. “Ella siempre habla conmigo y me trata muy bien y me dice cosas bonitas. Siempre es muy buena conmigo”. Qué sorpresa para la madre. No sabía nada de esto.
¡Qué hermoso pensar que cuando tú te mueres una niña va a llorar!
La fallecida, Raquel, había empezado a ir a la iglesia hacía décadas y se hizo miembro, pero por un motivo que no conocemos dejó de asistir. ¡Una mujer de la iglesia sintió una responsabilidad por ella y oró fielmente por ella todos los años que estaba ausente! Nunca dejó de orar. Y luego, hace unos seis años, Raquel volvió, para la alegría de la mujer que había orado tanto por ella. Se hizo un miembro activo en la iglesia otra vez y trabajaba en la escuela dominical con los más pequeños, donde la mayor colaboraba. La hija menor no estaba en su clase. No se sabe cómo empezó a relacionarse con ella. Tal vez en el café después del culto, o antes del culto en los pasillos, o cuando los niños bajaban la escalera a la escuela dominical, o en todos estos lugares, pero el caso es que cultivó una amistad con ella tal que el impacto fue grande cuando esta mujer falleció de cáncer.
La niña mayor llevó el duelo por dentro. Las lágrimas caerían en la soledad y lo sentiría el domingo cuando ya no estaban en su puesto.
Orar por alguien que ha dejado de asistir a la iglesia. Tener relaciones bonitas con los niños. Las dos cosas son ministerios hermosos.
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