LA SANGRE (3)

    

“Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre, y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Heb. 9:22).
 
Terminamos esta serie con unas citas más que hablan de los muchos beneficios que recibimos de la sangre de Cristo:
 
Su sangre nos cubre. Hemos sido rociados con su sangre, lo cual significa que esta sangre nos cubre delante de Dios: “Entonces degollará el becerro en la presencia de Jehová; y los sacerdotes hijos de Aarón ofrecerán la sangre, y la rociarán alrededor sobre el altar, el cual está a la puerta del tabernáculo de reunión” (Lev. 1:5,11). Ver también Lev. 3:2, 8 13; 7:2, 17:6; Núm. 18:17). “Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo, diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado” (Heb. 9:19, 20). “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo los corazones rociados, y así libres de mala conciencia, y los cuerpos lavados con agua pura” (Heb. 10:22 BTX).
 
Su sangre nos santifica: “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta” (Heb. 13:12).
 
Su sangre nos consagra a Dios como sus sacerdotes: “Nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su padre” (Ap. 1:6). “Mas ahora sois linaje escogido, real sacerdocio” (cf. 1 Pedro 2:9 con Ex. 29:21): “Y con la sangre que está sobre el altar, y el aceite de la unción, rociarás sobre Aarón, sobre sus vestiduras, sobres sus hijos, y sobre las vestiduras de éstos; y él será santificado, y sus vestiduras, y sus hijos, y las vestiduras de sus hijos con él”. Como sacerdotes hemos sido lavados (v. 4), ungidos (v. 7), perdonados (v. 10), rociados con sangre (v. 20), consagrados a Dios (v. 21-23), apartados para Él (v. 27), y tenemos comunión con su pueblo (v. 28).
 
Concluimos, pues, que la sangre es uno de los temas principales de la Biblia, si no el tema por excelencia. La Biblia es un libro que nos dice cómo podemos acercarnos a Dios y la respuesta la tenemos en toda esta enseñanza: por medio de la sangre. Fue así en el Antiguo Testamento y sigue siendo igual en el Nuevo Testamento, bajo el nuevo pacto. Únicamente podemos entrar en la presencia de Dios por medio de la sangre de Cristo, y mejor si somos conscientes de ello. Nosotros pensamos que es porque hemos creído, o porque hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador, o porque ya somos sus hijos por medio de la fe, y todo esto es cierto, pero detrás siempre está la sangre. Sin la sangre de la cruz, estamos alejados de Dios, contaminados por el pecado, eternamente condenados, sin esperanza y sin Dios en el mundo, pero con la sangre tenemos acceso directo a su presencia.
 
“Jesús tu Sangre y tu justicia, mi belleza son, mi vestidura gloriosa;
En medio de mundos en llamas, así revestido, con gozo levantaré mi cabeza”
 
                                                                                               Paul Eber (1511-69). 

 

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