“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos bendijo… nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención… fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:3, 6, 7, 13).
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han participado en nuestra salvación. Vamos a explicar esto en términos muy simples para una persona que está empezando la vida cristiana. El Padre, antes de hacer el mundo te escogió para ser su hijo porque te amaba, y te adoptó para formar parte de su familia. Pero, para ello tenías que ser hecho limpio y santo, pero no lo eras. Así que el Padre determinó que su Hijo te limpiase, y, a la vez, el Hijo mismo se ofreció para redimirte, muriendo por tus pecados en la cruz para que pudieses tener el perdón de pecados y ser limpio y sin mancha. Una vez hecho limpio, ¿quién iba a guardarte para Dios, para que no te llevase el diablo a su campo? Este es el trabajo del Espíritu Santo. Pone el sello de Dios sobre ti que dice “ESTE ES MÍO”; esta persona está reservada para mí para siempre. Con este sello llegarás bien a la Casa de Dios en su Reino. La Biblia lo expresa con estas palabras:
La función de Dios Padre:
“Bendito sea el Dios y Padre… nos escogió en él (Cristo) antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad… con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (Efesios 1:4, 5).
La función de Dios hijo, el Señor Jesucristo:
“…aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia… en él asimismo tuvimos herencia” (Efesios 1:6, 7, 11).
La función del Espíritu Santo:
“En él (Cristo) también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida” (Efesios 1:13, 14).
Dios te escogió, Jesús te compró para Dios con su sangre para hacerte limpio para que pudieses ir a su Casa, y el Espíritu Santo te selló para Dios. Este sello es la garantía de que ya eres de Dios, su posesión, esperando al día cuando Cristo te venga a buscar para llevarte a su Reino. Tu trabajo es el de creer. Has escuchado el evangelio de tu salvación y creíste. Una vez que crees y eres sellado, el trabajo del Espíritu Santo no ha terminado. Te confirma que realmente eres hija o hijo de Dios. Te hace sentir el amor de Dios por ti. Te da amor por el Señor Jesús, por el Padre y por tus hermanos en la fe. Él está guardándote contra los enemigos de tu alma: el diablo, el mundo con sus ideas, las tentaciones de tu propia carne. Te advierte cuando estás para caer en tentación, te convence de pecado si haces algo malo, te anima si estás decaído, te ayuda a entender las Escrituras, te guía en las decisiones que has de tomar, te da sabiduría, te enseña a orar y Él mismo ora por ti, te da esperanza, te consuela si estás triste, te acompaña siempre. Él es tu Compañero constante hasta el día que vayas para estar con el Señor.
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