¿LA IRA DE DIOS, O EL DIOS DE IRA?

    

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18).
 
Lectura: Mat. 3:7; Juan 3:36; Rom. 2:5-8; Ef. 5:6; Col. 3:5, 6.
 
            Una hermana que conocemos estaba en un retiro de mujeres escuchando hablar a una bien conocida mujer. Todo muy bien, hasta que la conferenciante dijo que no podía estar de acuerdo con la frase de que “Jesús aplacó la ira de Dios en la cruz al morir por nosotros”. Dijo que ya no puede suscribir esta teología que habla de la ira de Dios. No es el concepto de Dios que ella tiene ahora. Parece que coló lo que ella dijo, porque nadie reaccionó, salvo dos mujeres. En ellas se encendió una luz roja. Después una de ellas fue a hablar con los organizadores del retiro y presentó sus objeciones. La conferenciante había negado una importante doctrina de las Escrituras y estaba presentando una imagen de Dios que no concordaba con el Dios de la Biblia. La Biblia enseña claramente que la injusticia del hombre evoca ira en Dios. “Dios es amor”, esto es cierto (1 Juan 4:8), pero si existe el amor, es necesario que exista lo opuesto al amor: el odio. Dios aborrece la injusticia. La ira no es habitual en Dios, pero la muestra cuando hace falta. ¿Qué reacción produce en ti ver a un padre maltratar a sus hijos, o a un hombre agredir con violencia a una mujer, o ver atrocidades de guerra, o crímenes contra víctimas inocentes? La reacción justa es ira. La ira de Dios es una ira justa. Es perfecta, comedida, controlada, en proporción al delito; es la reacción exacta que se corresponde con la ofensa. Dios no sería justo si dejase pasar barbaridades y no pagase la retribución debida. No podría ser un Dios de amor si no castigase la injusticia. El amor de Dios requiere su aborrecimiento hacia lo malo, y su justicia exige el castigo del crimen.
 
            El carácter de Dios está revelado en la Biblia, en el Antiguo Testamento y en el Nuevo, y los dos concuerdan en la imagen de Dios que presentan. No hay ninguna diferencia entre el Dios del Antiguo Testamento y el Dios del Nuevo. Los dos Testamentos presentan a un Dios de amor, y todos los componentes necesarios para que este amor sea consecuente, auténtico y justo. Una persona que quiere mejorar la imagen de Dios alterándola para complacer la filosofía del hombre moderno, está creando otro dios que no es el Dios de la Biblia, necesariamente inferior al Dios verdadero, porque Él es inmejorable. Es perfecto en todos sus atributos. Y esta es la versión de Dios que hemos de defender: “Amados… me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos, porque unos hombres han entrado encubiertamente… que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 1:3-4). “Muchos engañadores han salido por el mundo” (2 Juan 1:7). Deberíamos tener la madurez espiritual y el discernimiento necesarios para reconocer cuando una doctrina esencial está siendo atacada y rechazarlo y corregirlo dentro de nuestras posibilidades. Es preocupante cuando los creyentes oyen una enseñanza errónea y no reaccionan. La fe siempre ha estado en peligro y es necesario defenderla para nuestra protección: “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén”. (Judas 1:24, 25).      

 

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