“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios” (1 Pedro 5:1, 2).
Lectura: 1 Pedro 5:2-5.
Pedro, que no quería que Jesús sufriese (Mat 16:22), tuvo que ver el sufrimiento de Aquel al que tanto amaba. Es preferible sufrir uno mismo que ver sufrir a los que amamos. Pedro conecta el sufrimiento con la gloria que será nuestra: “también participante de la gloria que será revelada”. Las dos cosas van juntas: “Si sufrimos con él, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará” (2 Tim. 2:12). Pedro y Pablo están de acuerdo en cuanto a ello. Pedro está sirviendo al rebaño de Dios, tal como Jesús le mandase que hiciera: “Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón. Hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor: tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos” (Juan 21:15). Esto es lo que Pedro ha estado haciendo, y está rogando a los demás ancianos de las iglesias que hagan lo mismo. Pedro está sirviendo al rebaño de Dios, esperando la venida de Jesús, y pensando en la corona que nunca dejará de brillar: “Cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (5:4).
Pedro ha estado hablando mucho acerca del sufrimiento que tenemos que soportar como seguidores de Jesús, mayormente el sufrimiento de la persecución por su fe en Él. No deja el tema sin abordar la obra del diablo en nuestro sufrimiento. Él es la mano invisible detrás de todo sufrimiento. Su propósito es apartarnos de Dios y sofocar nuestra fe en Él. Pero hay Uno detrás del diablo que dosifica nuestro sufrimiento, y solo permite lo que podemos soportar: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Cor. 10:13). Dios permite el sufrimiento para purificarnos y fomentar nuestra fe. En nuestro sufrimiento estamos “echando toda nuestra ansiedad sobre él porque él tiene cuidado de nosotros” (5:7).
En cuanto al diablo, Pedro dice: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (5: 8, 9). Hemos de tener los ojos bien abiertos a lo que el diablo pretende. Hemos de reconocer sus estrategias, y no creer sus mentiras y engaños. Y hemos de resistirlo firmes en la fe. Es importante recurrir a la Palabra, recibir las promesas de Dios y reclamarlas. Vivimos por fe en las pruebas, como viendo al Invisible, y escuchando su voz por medio de las Escrituras. Aunque Dios parece lejos, está muy cerca, pendiente de nosotros: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (5:10).
“A Él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén”.
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