CUATRO MANERAS DE PERDERSE[1]

    

“En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaros de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (Lucas 12:1).

Lectura: Lu. 12:2-7.

            El Señor Jesús está dando un amoroso aviso a los de la multitud que son sus discípulos, porque los quiere, y no quiere que se pierda ni uno de ellos. Se refiere a ellos como “amigos míos”“Mas os digo, amigos míos” (12:4), la única vez que aparece esta expresión de su cariño por ellos. No quiere que caigan en estas trampas sutiles:

  1. La hipocresía. Normalmente asociamos esta expresión con los fariseos y pensamos que ellos tienen el monopolio de la hipocresía, pero siempre ha existido la tentación de aparentar. Caemos en ella cuando somos una persona delante de la gente, o en la iglesia, y otra en casa, o cuando tenemos un listón muy alto para los demás y hacemos ver que lo cumplimos nosotros, si no es cierto. O cuando decimos cosas en oración o cantamos cosas, que no son un reflejo verdadero de nuestros sentimientos. Cuando hacemos ver que somos mejores de lo que realmente somos, hemos caído en la hipocresía.  
  2. La religión externa. Esto es tener una religión que consiste en hábitos, prácticas, asistencia a cultos, u otras cosas buenas sin la correspondiente devoción a Dios por dentro. Por ejemplo, vamos a la reunión de oración, pero no oramos en privado. Podríamos hacer lo bueno por motivos egoístas, para ser vistos. Aún peor es abrigar pecados secretos dentro de nuestro corazón mientras cumplimos con lo externo: “porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse” (12:2).
  3. Negar a Jesús definitivamente.  Los discípulos de Jesús van a sufrir por su fe. Tendrán la tentación de negarlo, o de renunciar su fe en circunstancias realmente difíciles. El Señor les advierte: “Amigos míos, no temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed” (12: 4, 5). Si renegamos, si abandonamos la fe, iremos al infierno. La muerte no es nada en comparación con el infierno. El temor a lo que Dios hará con éstos nos guardará de negar a Jesús en un momento de prueba extrema.
  4. Blasfemar contra el Espíritu Santo. Esto es no responder cuando Él nos convence de pecado y, como consecuencia, no arrepentirnos. Claro, si no hay arrepentimiento, uno muere en su pecado.

La única manera de no caer en uno de estos pecados y perdernos es la de mantener una relación real con el Señor Jesús, en la que somos auténticos y consecuentes, y sensibles a la obra del Espíritu Santo. El Señor nos ama y no quiere que nos perdamos. Por esto la advertencia.   

   


[1] Basado en una exposición bíblica de David Burt de Lucas por zoom el 7/02/24.

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