“Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación” (2 Pedro 2:13).
Lectura: 2 Pedro 2:5-15.
Pedro ha tomado muy en serio el trabajo que el Señor le encomendó: de atender a las ovejas de Dios. No solamente no quiere que ninguna de ellas se pierda, sino que quiere quese salven con creces, que entren en el reino eterno por la puerta ancha, victoriosos, habiendo agradado a Dios por su forma de vivir: “Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (1:11). ¿Cómo podemos entrar en el cielo con aplausos, premios, felicidades, y mucha alegría? Pedro, como buen pastor que ama a las ovejas bajo su cuidado, lo explica muy bien:
- Huir de la corrupción que hay en el mundo debido a los deseos de la carne (1:4).
- Trabajar nuestra fe: “Añadir a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (1: 5, 6). Hemos de cultivar un carácter virtuoso, estudiar la Palabra de Dios, aprender a controlarnos, cultivar la paciencia, aprender a ser piadosos, amar a los hermanos, y amar a todo el mundo. Si hacemos esto, nuestra vida estará llena de fruto: “Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (1:8).
- Hacer totalmente evidente que realmente hemos sido salvos: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (1:10). No es cuestión de salvarse por los pelos, ¡sino de demostrar sin duda alguna que somos salvos! Las obras son la evidencia.
Pedro sabe que su tiempo en este mundo está finalizando: “Sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado” (1:14). No le importa ser pesado y siempre insistir en lo mismo con tal de que sus oyentes se acuerden y estén motivados para poner en práctica todo lo que él les ha enseñado. Pedro tiene un corazón enorme. Ha aprendido a amar. Está haciendo provisión para sus amadas ovejas para que cuando él ya no esté, ellas puedan continuar firmes y bien adiestradas en las cosas del Señor: “También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas” (1:15). ¡Concienzudo Pedro! ¡Cómo amaba a su Señor! Lo ha mostrado con su dedicación y fiel cumplimiento de todo lo que el Señor le había mandado hacer.
No podemos por menos que mirar atrás a aquel día en la playa cuando Jesús lo llevó aparte a Pedro después de su triple negación (Juan 21). Jesús sabía que Pedro estaba preparado para luchar contra un ejército por defenderlo, pero se despistó cuando una criada lo denunció por ser discípulo de Jesús. No estaba esperando que la prueba tomase esta forma, y falló a su Señor. Jesús le preguntó si lo amaba y le dijo que, si lo amaba, cuidase de sus ovejas. Pedro lo ha hecho con esmero. Esta es la verdadera profesión de amor por Jesús.
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