¿SIEMPRE PIDIENDO Y NUNCA RECIBIENDO?

 

“El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia” (Romanos 4:18).
 
Lectura: Romanos 4:17-22.
 
            Dios prometió a Abraham que de él haría una nación grande (Gen. 12:2) y Abraham creyó la promesa. En este mismo momento su fe le fue contada como justicia. Pero esta fe inicial tuvo que ser probada para ver si era una fe pasajera o la clase de fe que salva. La prueba fue muy larga. Iban pasando los años y era cada vez más imposible que pudiesen tener hijos. Sara era estéril y cada vez más mayor. Finalmente, los dos llegaron a ser demasiado mayores para tener hijos, no obstante Abraham seguía creyendo: “El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.  No se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años) o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia” (4:18-22).
 
            La fe con que profesamos que Cristo es nuestro Salvador es válida si supera la prueba. Si se desvanece en medio de la prueba muestra que no es la clase de fe que salva.  La fe glorifica a Dios cuando sigue creyendo a pesar de no ver ningún resultado. No depende de los resultados para continuar ejercitándose. La prueba de la fe puede ser muy larga, pero la fe no se debilita con el paso del tiempo, sigue tan viva como el primer día. El propósito de la prueba es ver qué clase de fe tenemos. Cuando nos encontramos en una situación dolorosa, lo que está siendo probado es nuestra fe. Decimos que estamos pasando pruebas, pero es más exacto decir que nuestra fe está siendo probada.
 
            Otra cosa que notamos de este pasaje es, en el caso de Abraham, Dios le prometió descendencia. Abraham no había pedido un hijo. Una cosa es que yo pida algo y tenga fe para creer que Dios me lo va a dar, y otra cosa muy diferente es que Dios me prometa algo y yo tenga fe para creer que Dios me lo va a dar. Cuando nosotros pedimos algo, Dios puede contestar con un “no”, pero cuando Dios me promete algo, siempre me dará lo que prometió. Siempre pedimos con fe, pero nuestra fe solo consigue lo que pedimos si entra dentro de la voluntad de Dios para nosotros. Pedimos con la confianza de que Dios nos contestará conforme a su infinita sabiduría.
 
            Y otra cosa: cuando estamos pidiendo por la salvación de un familiar, sabemos que es la voluntad de Dios que se salve, porque la Biblia dice que Dios “es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Acabamos de recibir noticia que el padre de una amiga se acaba de convertir con una conversión sonada. Ella llevaba toda la vida orando por él y nunca perdió la fe en que se iba a convertir. Hemos de orar hasta tener la convicción de que Dios nos ha oído. Después no hace falta rogar y clamar, porque ya tenemos lo que hemos pedido, aunque no lo veamos todavía (1 Juan 5:14, 15); podemos esperar con la seguridad de que la respuesta está de camino y dejar de angustiarnos. Solo resta dar gracias por lo que el Señor hará.
  

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