PABLO A TITO

 

“Pablo… a Tito, verdadero hijo en la común fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo nuestro Salvador. Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tito 1:1, 4, 5).
 
Tito1:1-4.
 
            Pablo dirige esta carta a Tito, su “verdadero hijo en la común fe”. Las relaciones que Pablo sostuvo con su equipo misionero eran muy entrañables. A Tito lo quería como si fuera su hijo, igual que Timoteo, pero los dos hijos eran muy diferentes en carácter. Tito era más extrovertido, con dones de liderazgo y competencia para enfrentar situaciones desafiantes.
 
Cuando llegaron a la isla de Creta encontraron que las iglesias no tenían estructura u orden de autoridad. Pablo le pidió a Tito que se quedase allí para organizar las iglesias de cada ciudad, escogiendo ancianos y diáconos. Tito, aunque relativamente joven, estaba a la altura de la complicada responsabilidad de discernir cuáles eran los hombres preparados para ser ancianos. Tendrían que ser hombres irreprensibles: “no soberbios, ni iracundos, ni dados al vino, ni pendencieros, ni codiciosos de ganancias deshonestas, porque es necesario que el obispo (anciano) sea irreprensible” (1:7). ¡Estos requisitos nos dicen mucho de cómo era esta gente!
 
Pues, uno de los desafíos que enfrentaba Tito era el carácter de la gente de esta isla. Pablo lo describía citando uno de sus propios poetas: “Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos” (1:12). ¡Mejor que lo diga uno de los suyos que alguien de fuera! Pablo lo afirmó: “Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe” (1:13). Siendo joven tendría que tratar a hombres mayores que él, pero más jóvenes en la fe, y ejercer autoridad sobre ellos. Cuando Tito los encontraba mintiendo, comiendo exageradamente, incumpliendo sus responsabilidades, o portándose de forma bestial, ¡los tenía que reprender duramente! Tratar pecados de carácter es muy difícil, pero Tito tendría que hacerlo por amor al testimonio del evangelio.
 
            Lo que le preocupaba a Pablo era que estos creyentes permaneciesen en la fe. Por tanto, le manda a Tito que reprenda la los que se desvían tras fábulas judaicas y mandamientos de hombres que se apartan de la verdad. Otros negaban la fe por su conducta: “profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra” (1:16). Tito tuvo que supervisar la doctrina y la conducta de los cretenses y utilizar su autoridad para poner todo en orden. Escoger ancianos, corregir la mala enseñanza, reprender el mal comportamiento, cerrar la boca de los que trastornaban a la gente; la responsabilidad de Tito era muy grande, y la tenía que ejercer con firmeza y fidelidad a las instrucciones de Pablo si estas iglesias iban a sobrevivir. Pablo había confiado en él, y después de completar su misión tendría que reunirse de nuevo con él y darle cuentas acerca de cómo había ido todo. Por amor a Pablo, su padre en la fe, y por amor al Señor Jesús, Tito tendría que esforzarse y ser un fiel obrero.  

  

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