“Porque me consumió el celo de tu casa; y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí” (Salmo 69:9). “Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume” (Juan 2:17).
Lectura: Salmo 69:9-21.
¿Qué es lo que realmente nos mueve en nuestro servicio para Dios? ¿Nuestros propios intereses, o la gloria de Dios? Es muy difícil discernir nuestra motivación en las cosas buenas que hacemos. ¿Por qué quiero servir a la gente? ¿Para recibir su alabanza? ¿Para convencerme a mí misma de que soy buena gente? ¿Para llamar la atención sobre mí misma? ¿Para ganar la aprobación de Dios? El himno siguiente explora esta cuestión. Habla del “celo” en la causa de Dios, cosa que podríamos definir como “deseo ardiente”, o “pasión por Él”. El diccionario lo defina así: “Cuidado y esmero en el cumplimiento de los deberes o interés activo y eficaz por una causa o persona”. En nuestro caso esta persona sería Dios. En esta traducción del himno de John Newton usaremos la palabra “celo” para hablar de esta pasión por Dios.
El celo es la llama pura y celestial que el fuego del amor alimenta;
Pero aquello que a menudo lleva su nombre es solo el ego humano disfrazado.
El celo auténtico es misericordioso y suave, siente compasión y respeto;
Pero el falso es tozudo, feroz y salvaje, y respira venganza y guerra.
El celo ha alcanzado su meta más noble, y su propósito está realizado,
Cuando pecadores aman el nombre del Salvador; no buscan nada más que esto.
Pero el “yo”, aunque haga cosas buenas, solo las hace en beneficio propio.
Y dice, como clamaba Jehú jactándose: “Ven, y ve lo que yo puedo hacer”.
El “yo” puede conseguir su pobre recompensa, y ser aplaudido aquí;
Pero el celo ganará su mejor aplauso cuando el Señor Jesús vuelva.
Amado Señor, quita el ídolo del “yo” de su trono y de nuestros corazones;
Y que nosotros solo mostremos el celo auténtico y puro que emana del amor.
Juan Newton, 1725-1807
Padre amado, pedimos que tu Espíritu nos examine en cuanto a nuestra motivación en todo nuestro servicio. Tú eres el único que conoce lo que realmente nos mueve. Que sea de verdad el amor por ti y por la gente. Que el celo por la causa de Dios y su Reino nos consuma como al Señor Jesús le consumía el celo por la Casa de Dios.
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