FALSOS MAESTROS

 

“Si alguno enseña falsas doctrinas, apartándose de la sana enseñanza de nuestro Señor Jesucristo y de la doctrina que se ciñe a la verdadera religión, es un obstinado que nada entiende. Ese tal padece del afán enfermizo de provocar discusiones inútiles que generan envidias, discordias, insultos, suspicacias, y altercados entre personas de mente depravada, carentes de la verdad. Éste es de los que piensan que la religión es un medio de obtener ganancias” (1 Timoteo 6:3-5, NVI).
 
Lectura: 1 Tim. 6:3-10.
 
            Al falso maestro Pablo lo responsabiliza de sus errores. Esta persona no actúa por equivocación, o con sinceridad, sino que se aparta deliberadamente de la enseñanza de Cristo y de la doctrina que acompaña a la piedad. Su enseñanza está mal y su comportamiento está mal. Se ve que las dos cosas forman una unidad: doctrina y conducta. No respeta la doctrina del Señor Jesucristo, y su carácter no es cristiano. La verdadera religión produce un carácter bueno.
 
            Así que estamos hablando de una persona que es ignorante y obstinada (o engreída, como dicen otras versiones) que disfruta provocando discusiones inútiles que generan malas relaciones con gente deshonesta, depravada y mal hablada. ¡Nos sorprende que Pablo hable con tanta vehemencia contra estos falsos maestros! ¿Dónde está el Pablo del amor fraternal que conocemos? Las personas que deliberadamente tuercen la enseñanza de Cristo a Pablo lo provocan a una defensa férrea de la verdad. Éstas han cambiado las Escrituras a su gusto por intereses económicos. Están buscando dinero.
 
            Hay enseñanzas bíblicas que no agradan a gente. No se puede pastorear a una iglesia y enseñar a la gente lo que no quieren oír si quieres ganar dinero. Enséñales un evangelio permisivo, centrado en el bien del individuo, y tendrás una nutrida congregación, nutrida en números, pero no en la Palabra de Dios. Así que, por amor a su salario, a estos pastores les interesa hablar lo que es políticamente correcto, lo que alimente el ego de las personas y permita que vivan para su propio placer y satisfacción.
 
            Así Pablo despacha a los falsos maestros como personas impías que tuercen la verdad para su propia ganancia monetaria. Luego procede a hablar de la actitud correcta en cuanto al dinero. Hemos de estar satisfechos con lo que ya tenemos: “Porque nada trajimos a este mundo, y nada podemos llevarnos. Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con esto” (6:7, 8). Las personas que viven para ganar dinero se destruyen a sí mismas: “Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción” (6:9, 10).
 
Estas palabras eran ciertas en tiempos de Pablo y siguen siéndolo hoy día en los cuales la gente carece de valores espirituales y los reemplazan con valores materiales. Esto es cierto para la gente de la calle, para creyentes y para ministros del evangelio. El dinero es una mala motivación en la vida. Las verdaderas riquezas son las espirituales y permanecen para siempre. En palabras del Señor Jesús: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo” (Mat. 6:19, 20). Que sea esta nuestra meta.  

  

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