“Como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida, o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:20, 21).
Lectura: Fil. 1:22-27.
Pablo está encarcelado sin saber qué harán las autoridades con él, si lo pondrán en libertad, o si lo ejecutarán. Esto le lleva a pensar en la finalidad de su vida. ¿Cómo plasmar en palabras la finalidad para la cual estamos viviendo? Hay varias maneras que Pablo podría haber expresado el propósito de su vida, al ir meditando en ello. Nos sorprende que no haya dicho: “Para mí, el vivir es evangelizar”. O, “Para mí, el vivir es llevar a término el propósito de Dios para mi vida”. O, “Para mí, el vivir es crecer en el conocimiento de Cristo”. O, “Para mí, el vivir es adorar a Dios”. Todas ellas son finalidades correctas de nuestra vida, pero no es la expresión que Pablo eligió, sino “Para mí, el vivir es Cristo”. ¿Cómo entendemos esta frase?
Pablo no tiene una confusión de identidad. Él es él y Cristo es Cristo. Él no puede hacer las veces de Cristo. La finalidad de la vida de Jesús no es idéntica a la finalidad de la suya. Jesús vino para redimir a la humanidad perdida y establecer las bases para una correcta relación con Dios, a saber, la fe en su muerte expiatoria por nosotros. El propósito de Pablo no era ser otro Cristo. La finalidad de su vida era Cristo en el sentido de conocerlo, tener comunión con Él en las diferentes experiencias de la vida, vivirlo, encarnarlo, servirlo en todo, comunicar su Evangelio al mundo perdido, y crecer en similitud a Él. Incluye todo esto, y más.
Esto nos lleva a la consideración siguiente: Si yo tuviese que completar la frase: “Para mí, el vivir es…,” ¿qué pondría? ¿Sería una de estas opciones?:
- Para mí, el vivir es escribir devocionales.
- Para mí, el vivir es participar en la vida de la iglesia.
- Para mí, el vivir es mi familia.
- Para mí, el vivir es mi trabajo.
- Para mí, el vivir es el dinero.
- Para mí, el vivir es mi novio o mi marido.
- Para mí, el vivir es la comida.
- Para mí, el vivir es divertirme.
- Para mí, el vivir son mis vacaciones.
- Para mí, el vivir es ayudar a otros.
- Para mí, el vivir es pasar tiempo con el Señor en la Palabra y la oración.
- Para mí, el vivir son mis estudios.
Necesitamos dedicar tiempo y meditación delante de Dios con mucha honestidad para descubrir realmente para qué estemos viviendo. ¿Cuál es la respuesta que me gustaría poder dar? ¿Qué tendría que pasar para que esto fuera cierto de mí? Estamos en el umbral de un nuevo año. ¿Qué cambios estoy preparado a hacer para que el Señor realmente sea mi motivo para vivir? El salmista lo tenía claro: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Salmo 73:25, 26). Que así sea para cada uno de nosotros.
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