“El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado. Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; y consoladores, y ninguno hallé. Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmo 69:20, 21).
Lectura: Salmo 69:1-3 y 16-18.
Necesitamos que alguien nos sostenga la mano cuando estamos en dolor. Parece que el toque de otra persona alivia el dolor nuestro. Comunica cercanía y compasión. Recibimos el consuelo de ser amados. La otra persona está diciendo que está con nosotros en nuestro sufrimiento, que se identifica con nosotros, y que está aquí.
Jesús necesitaba a alguien que lo sostuviese de la mano cuando estaba padeciendo dolor, pero nadie lo podía hacer, porque su mano estaba clavada a una cruz. La única manera en que podemos tomarlo de la mano es siendo crucificados juntamente con Él. Entonces nuestra mano está en la suya, fijada a la cruz por el mismo clavo que fija la suya, experimentando su dolor y consolando su corazón con el conocimiento de que su muerte no es en vano, porque está consiguiendo nuestra salvación.
“Con Cristo estoy juntamente crucificado” (Gálatas 2:20).
Oración:
Amado Señor Jesús, tu sufrimiento ha rendido nuestro corazón. Quisiéramos conmiserarnos con tu dolor. Quisiéramos que pudieras sentir el toque nuestro en tu desolación, y se nos ha presentado esta posibilidad de poderlo hacer, la de ser crucificados juntamente contigo. De esta manera hacemos dos cosas, nos identificamos contigo, y morimos a nosotros mismos, una cosa que sale del alma, y otra que es imprescindible de todas maneras. Esta identificación es tu consuelo y nuestra salvación. Te amamos, porque Tú nos acompañas en nuestra muerte. Amén.
Copyright © 2023 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.