LA HISTORIA DE DÉBORA(3)

 

“Despierta, despierta, Débora; despierta, despierta, entona cántico. Levántate, Barac, y lleva tus cautivos, hijo de Abinoam. Entonces marchó el resto de los nobles; el pueblo de Jehová marchó por él en contra de los poderosos” (Jueces 5:12, 13).          
 
Lectura: Jueces 4:12-16.
 
            “Y juntó Barac a Zabulón y a Neftalí en Cedes, y subió con diez mil hombres a su mando; y Débora subió con él” (4:10). ¿Subió Débora esgrimiendo una espada? No. Subió con su oído pendiente de Dios. Qué hermosa colaboración entre el hombre y la mujer. Queda muy claro quién manda y quien acompaña. Así que Barac levantó un ejército de 10.000 hombres y subió al monte de Tabor. Las batallas no suelen librarse en la cima de una montaña sino en la llanura, pero Dios es buen estratega. Sabe lo que hace. Vino Sísara cuando oyó que Barac había levantado un ejército y acudió al arroyo de Cisón en la llanura al pie del monte de Tabor con sus 900 carros de hierro.
 
En el momento estratégico Dios dio la orden: “entonces Débora dijo a Barac: Levántate, porque este es el día en que Jehová ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti? Y Barac descendió del monte de Tabor, y diez mil hombres en pos de él” (4:14). ¡Esto haría una película emocionante! Los 10.000 hombres empezaron a descender la montaña y Dios mandó un aguacero. En aquel momento precioso estalló una tormenta feroz. El agua corrió montaña abajo. El arroyó de Císon se desbordó. La llanura se encharcó, y los 900 carros de hierro de Sísara se hundieron en el fango. El momento de Dios es perfecto. Si hubiesen bajado antes, habrían sido masacrados, y si hubiesen bajado más tarde, el enemigo se habría escapado a pie. Bajaron justo cuando se quedaron atrapados, e Israel arrasó con el enemigo.
 
La victoria se debe a que cada uno estuvo en su lugar. ¡Una mujer dio el grito de batalla!: “¡Levántate!, porque este es el día en que Jehová ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti? Y Barac descendió del monte de Tabor, y diez mil hombres en pos de él.” La mujer estaba usando sus dones. El hombre estaba obedeciendo la Palabra de Dios. Y Dios trajo al enemigo para vencerlo y mandó la lluvia: “Desde los cielos pelearon las estrellas; desde sus órbitas pelearon contra Sísara. Los barrió el torrente de Cisón, el antiguo torrente, el torrente de Cisón. Marcha, oh alma mía, con poder” (5:20, 21). Cuando obedecemos la Palabra de Dios, Dios manda sol y estrellas, lluvia y tormentos a luchar a nuestro favor. Cielos y tierra, todo lo coordina Dios para la defensa de su pueblo. Dios nunca ha perdido una batalla. Estamos en su ejército, bajo sus órdenes, para hacer la parte que nos corresponde en sus batallas contra un enemigo mucho más potente que nosotros, pero Dios va delante de nosotros. Entonces: “¡Marcha, oh alma mía, con poder!”.    
 
¿Quién está dispuesto a luchar por Cristo, pronto a dedicarse fiel a su Señor?
¿Quién ya olvidando lo que queda atrás tomará su cruz y a Cristo seguirá?
Coro: Por tu inmensa gracia, por tu fiel amor, contra el mal luchamos junto a ti, Señor.
No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra fuertes huestes de maldad;
Pero omnipotente es nuestro Capitán; ha quebrado el poder de Satanás.


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