LA COMUNIÓN

 

“Pues, tenemos gran gozo y consolación en tu amor, porque por ti, oh hermano, han sido confortados los corazones de los santos” (Filemón 1:7).
 
Lectura: Filemón 1:4-7.
 
            La comunión cristiana aporta gozo y consolación en el amor de los hermanos, y esto es lo que yo recibí en la fiesta para mi cumpleaños que montó la Iglesia de Montornés. Aquel día estaban presentes hermanos de las iglesias de Ciudad Meridiana, Verdi, San Boi y 2 más del extranjero. Hubo un derroche de amor de parte de todos para con todos. También enviaron saludos cariñosos muchas hermanas chilenas que forman parte de un grupo de discipulado. El señor me estaba dando gran gozo y consolación en el amor de todos, confortando los corazones de los santos.
 
            Otro de mis regalos de cumpleaños fue la venida por sorpresa de nuestra hija. Ella sí que es un regalo en todos los sentidos. Pasó algo muy especial estando ella en casa con un grupo de mis amigas. Estaba en la cocina trabajando, hablando y riéndose con la otra amiga que vino del extranjero, otro regalo de cumpleaños. Aunque estas dos habían hablado por móvil, nunca se habían visto en persona. En seguida se conectaron. Yo estaba en el comedor escuchando su animada conversación cuando de repente mi mente voló 30 años atrás a la Becky que yo conocía de niña, no la que vivía ahora en Inglaterra que se ha adaptado a la cultura inglesa, sino la de siempre, pero transformada por la presencia del Espíritu Santo en ella. Era su verdadera personalidad la que ahora salía hablando español con todas estas hermanas en la fe. Había adquirido una versión de su personalidad que encajaba con la cultura inglesa, pero ésta sí era la auténtica Becky. Y yo estaba tan contenta de ver a la auténtica Becky transformada, teniendo comunión con mis amigas.
 
            Y esto me llevó a pensar en el gozo que siente Dios cuando ve a sus hijos juntos, felices, disfrutando de comunión los unos con los otros. Su corazón de Padre se deleita en escucharlos hablar y en ver la relación que se establece entre ellos. Lo mío era un pequeño anticipo del gozo que tendrá nuestro Padre celestial cuando estemos todos juntos en su reino, teniendo comunión con personas de diferentes países, culturas y épocas de la historia, disfrutando de la amistad en Cristo, felices en la compañía los unos con los otros. El Padre sentirá satisfacción y felicidad viendo el amor entre sus hijos que no se habían conocido antes, unidos en el Espíritu y compartiendo. Y en el cielo todos seremos trasformados, seremos auténticamente nosotros, cada uno con su personalidad básica perfeccionada, y Dios estará contento de vernos juntos.
 
Y esto me llevó a la oración de Pablo por los efesios. Pidió que Dios les revelase cuál es la esperanza a la que los había llamado, y cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos“…para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, par que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Ef. 1:18, 19). Su herencia es el amor entre sus hijos, es ver a su Hijo mayor con sus hermanos. 


 
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